El disparo del cañonazo de las nueve es una singular ceremonia que tiene lugar todos los días en horas de la noche en la capital cubana y que en la actualidad es fuente de atracción tanto para los cubanos como para muchas personas que de diferentes lugares del mundo visitan nuestro país. Esta ceremonia se realiza en el Castillo de San Carlos de La Cabaña, que es la mayor de las antiguas fortalezas militares de la época colonial existentes en Cuba. Incluso, los artilleros que participan en su realización visten los trajes de la época en que se inició esa tradición.

A mediados del siglo 18, la ciudad de La Habana estaba rodeada de una fuerte y gruesa muralla que la protegía de los ataques de corsarios y piratas. La muralla tenía varias puertas. En esa época, era costumbre efectuar un disparo de cañón a las 4 y 30 de la madrugada para anunciar a la población que las puertas de la muralla serían abiertas y a las ocho de la noche otro cañonazo advertía que los puentes serían levantados y las puertas cerradas. Con el paso del tiempo, este último cañonazo fue traspasado para las nueve de la noche. Cuando las murallas fueron eliminadas continuó la práctica de efectuar el disparo sólo en horas de la noche, pero el 21 de junio de 1942 esa tradición fue interrumpida cuando el jefe del ejército cubano, el General López Migoya, anunció su suspensión señalando que había que ahorrar pólvora pues se estaba desarrollando la Segunda Guerra Mundial. La tradición fue reanudada en 1945, al concluir la contienda.

El cañonazo de las nueve constituye una de las más pintorescas tradiciones que tiene lugar en Cuba y en La Habana en específico. Y sirve, además, para que muchos habaneros y visitantes que se encuentren en la ciudad, en zonas cercanas a donde se realiza el disparo, puedan ajustar sus relojes, porque no le quepa duda el cañonazo es a las nueve en punto.