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Fecha: 05/06/2019

LA ESTATUA DEL CABALLERO DE PARIS

Ubicada muy cerca de la entrada de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, en la plaza habanera de similar denominación, hay una estatua de un singular personaje que transitó por las calles de la capital cubana durante algunos años en la segunda mitad del siglo veinte con un demencial delirio de grandeza y a la vez con un sentido de la cordialidad exquisita.

La estatua en bronce a tamaño natural del Caballero de París fue realizada por el creador cubano José Villa Soberón.

Esta obra goza de gran popularidad. Muchos de los múltiples cubanos así como extranjeros que recorren la plaza de San Francisco de Asís no sólo les llama poderosamente la atención ese monumento sino que se acercan a donde está emplazado.

Incluso hay quienes posan junto a la estatua y toman la mano o tocan la barba del Caballero de París para conservar una foto un tanto exclusiva de su encuentro virtual con quién antaño llamó poderosamente la atención en su deambular por diferentes calles de la capital cubana.

Este personaje, incluso,  fue fuente de inspiración de poetas, pintores, fotógrafos y hasta compositores musicales que plasmaron en sus obras la significación y características de este singular “caballero” que se proclamó como el Príncipe de la Paz y Emperador Universal.

Precisamente en un popular danzón debido a la inspiración del destacado músico cubano Antonio María Romeu, calificado como el Mago de las Teclas por la forma que tocaba el piano, se hace alusión a dicho personaje cuando se señala:  “Mira quién viene por ahí, el Caballero de Paris...”

Aunque en realidad sin tener un título que lo acreditase como un hombre de la nobleza, ni siquiera  haber nacido en la capital francesa, si en definitiva así fue conocido José María López  Lledín.

Su nacimiento tuvo lugar el 30 de diciembre de 1899 en la zona de Vilaseca, término municipal de Fonsagrada, en la provincia de Lugo, España.

 

Desde allí vino para Cuba en 1913, poco antes que comenzara la primera guerra mundial, a fin de trabajar con un tío comerciante. 

En busca de otros horizontes llegó después a laborar en la esfera de la gastronomía y fue incluso capitán de un restaurante.

Con el decursar de los años, quebrada su salud mental, él comenzó a deambular por las calles con una rala barba.

Nunca practicó la mendicidad y siempre trató con mucho respeto y afecto a los ciudadanos que se le acercaban y le daban algo, aunque no faltó quienes se burlaran de él e incluso lo atropellasen.

Atendiendo a su deterioro desde el punto de vista físico y mental en diciembre de 1977 fue internado en el Hospital Siquiátrico de La Habana en el que  recibió una adecuada atención médica hasta que se produjo su fallecimiento el 11 de julio de 1985 en el hospital de Santiago de las Vegas.  En el cementerio de ese poblado fue depositado su cadáver.

En la actualidad muy cerca de la escultura,  en una cripta en el interior de la Basílica Menor, descansan los restos mortales de José María López  Lledín, el singular Caballero de París.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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