Por la elegancia y originalidad de sus obras Alfonso Hernández Catá fue considerado como uno de los mejores escritores de la primera mitad del siglo veinte en Cuba.

Su nacimiento tuvo lugar en la provincia de Salamanca, en España, el 24 de junio de 1885, pero una gran parte de su existencia y labor se desenvolvió en La Habana.

Sus padres eran un militar español, que se hallaba radicado en Santiago de Cuba,  y una cubana  residente en dicha ciudad.

Su niñez se desenvolvió en Cuba. A los 16 años fue enviado a España, a estudiar en el Colegio Militar de Toledo, de donde escapó para entregarse a la vida bohemia literaria de Madrid.

Muy pronto evidenció sus dotes en el campo de la literatura y algunas de sus obras fueron incluidas en la antología lírica “La corte de los poetas”, impresa en la capital ibérica, en 1905.

Dos años después, ya casado, regresó a Cuba y continuó su labor literaria. Comenzó a trabajar entonces como periodista en La Habana en El Diario de la Marina y La Discusión, y colaboró con varias revistas.

No obstante haberse formado como escritor en Europa, a partir de la década de los años 20, del pasado siglo, su obra comienza a abordar temas cubanos, y en particular las problemáticas sociopolíticas de la etapa que le tocó vivir.

Todo esto fue consecuencia del ambiente revolucionario que se vivía en Cuba en ese período así como  su relación con algunos destacados intelectuales del Grupo Minorista.

Igualmente influyó en él las obras de José Martí que comenzaron a ser publicadas en el país.

Alfonso Hernández Catá fue uno de los escritores más prolíficos de Cuba y de América Latina en general en el primer cuarto  del siglo veinte.

A pesar de la versatilidad de su labor, puesto que escribió ensayos, artículos periodísticos, zarzuelas y obras de teatro, Hernández Catá se destacó por su producción de cuentos, en los que abordó diferentes temáticas.

En algunos de ellos se advierten elementos autobiográficos, como en “Mandé quinina”, en el que narra recuerdos de su niñez, relacionados con la guerra de independencia de 1895. 

Otros de sus cuentos más sobresalientes son los titulados "Don Cayetano el informal", “Los chinos”, “El placer de sufrir” y “Los muebles”.

En este último aborda los problemas psicopatológicos de los seres humanos.

Sus obras gozaron de cierta preferencia del público y muchas de ellas fueron traducidas a diferentes idiomas.

Además de su faena como escritor y periodista, Hernández Catá también desarrolló una notable función como diplomático. Fue cónsul en varias ciudades europeas, así como  embajador de Cuba en España, Panamá, Chile y Brasil.

Precisamente en este último país de Latinoamérica falleció, en un accidente de aviación, en el año 1940.