El río Almendares fue conocido inicialmente por los aborígenes cubanos como Casiguaguas y después como La Chorrera. Debe su nombre actual, según el criterio de algunos investigadores, al hecho de que alrededor de 1610 el fraile Alfonso Enríquez de Almendaris solía bañarse cada día en las frescas aguas de este río  para así atenuar en algo el calor.

El río Almendares tiene aproximadamente unos 38 kilómetros de extensión. Nace en las cañadas de El Gallo y la Peregrina en las lomas de Tapaste y desemboca en el oeste de la bahía habanera. El río ha sido fuente de inspiración para distintos creadores cubanos, entre ellos, varios poetas.

José Victoriano Betancourt, quién vivió entre 1813 y 1873 hizo referencia a este río en su romance a las ninfas y genios del Almendares. A fines del siglo XIX en el volumen titulado Poesía, publicado exactamente en 1883, aparecieron versos dedicados al Almendares debido a la inspiración de José Güel. También con extraordinaria pasión la poetisa cubana Dulce María Loynaz  dedicó una de sus obras al río Almendares. En su obra titulada Juego de Aguas, publicada en 1947, la Loynaz incluyó un poema titulado Al Almendares en el que le atribuyó singulares propiedades y lo comparó con otros famosos ríos existentes en el mundo.