LA HABANA EN MI VIDA COTIDIANA Y EN MI CORAZÓN
Por: Víctor Pérez-Galdós Ortíz
(Foto tomada de ecured.cu)
Un célebre poeta de origen mexicano, Fayad Jamís, radicado en La Habana, lugar donde se produjo su fallecimiento, al resumir lo que sentía por la capital cubana señaló:
Que sería de mí si no existieras
Mi ciudad de La Habana.
Si no existieras, mi ciudad de sueño
Ese poeta también aseguró:
Si no existieras yo te inventaría / Mi ciudad de La Habana.
Por suerte para ese poeta, y para mí en estos instantes, La Habana ha estado ahí, no ha hecho falta inventarla, aunque sí necesita que en forma cotidiana todos contribuyamos a mejorarla, cuidarla, conservarla, embellecerla no sólo desde el punto de vista material sino además de modo espiritual.
Y he recordado fragmentos de ese poema que siempre me ha cautivado para resumir lo que sintiera alguien que no nació en La Habana, pero que la sintió como suya con el transitar de su existencia.
Así también me ha pasado a mí. Nací en Cienfuegos, ciudad a la que amó intensamente y la que siempre me recuerda mi etapa de niñez, mis amigos de la infancia, mis primeros profesores, mis familiares así las vivencias de mi adolescencia y primera etapa de la juventud.
Conocí a La Habana en visitas transitorias que hice acompañado de mis padres cuando, siendo niño, visitábamos a dos tías que residían en la capital, o en excursiones de ida y vuelta que organizaba un singular personaje popular de Cienfuegos de apellido Rondón. Él solía pregonar: Viaje a La Habana con Rondón en una excursión.
Ya durante la adolescencia recuerdo que estuve en La Habana alrededor de un mes, en la etapa de vacaciones escolares, y entonces visité diversos sitios así como teatros y algún que otro centro de recreación.
No fue hasta 1963 que me trasladé definitivamente a la capital, acompañado de muchos sueños. Trabajé primero en un taller de mantenimiento, en correspondencia con lo que había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios de Cienfuegos, aunque anhelaba incursionar en el mundo radial.
No se me olvida que, en el horario de almuerzo, en el taller donde trabajaba, “empecé” a hacer realidad ese sueño cuando, mediante un equipo amplificador, cree “mi emisora”, pues cada día, durante media hora, ponía música, comentaba los hechos principales del día y también hasta entrevistaba a mis compañeros de trabajo.
Pero fue en 1966, en forma totalmente ocasional, cuando tuve la posibilidad de hablar por primera vez a través de Radio Progreso. Había participado en una actividad en la que se presentaron varios discos, como uno más del público, cuando se me ocurrió la idea de elaborar una pequeña nota y llevársela, como era domingo, a Eduardo Rosillo, que atendía como locutor la trasmisión de la Discoteca Popular para que, si lo estimase, diera a conocer esa información.
Y cuál no sería mi sorpresa cuando él, tras escucharme, me dijo que me sentara y, al cabo de unos minutos, sin yo imaginar lo que iba a hacer, en lugar de leer la información, me anuncia como un joven colaborador, dice mi nombre, que había anotado en un papel, y detalla que dará detalles de una importante actividad que acababa de producirse en La Habana relacionada con la música.
Fue ésta la primera gran vivencia que tuve en La Habana, esta ciudad que, a través de más de 55 años, me ha acogido y enriquecido espiritualmente.
En La Habana tuve la posibilidad de realizar mis estudios universitarios, desarrollar una labor como periodista y escritor. He tenido vivencias singulares al participar de modo directo en muchos de los más significativos acontecimientos ocurridos en nuestro país, a través de casi 60 años.
En La Habana experimente la emoción que uno siente al presentar un libro y que un gran número de personas te pidan que se los dedique.
En La Habana mi vida se engrandeció con la presencia de hijos y ahora de nietos. Con ellos he disfrutado del encanto de los centros de recreación, de las playas, de museos, galerías, casas de cultura, de cines y teatros, incluso de fiestas familiares.
En La Habana ha crecido el número de grandes amigos y colegas que se han relacionado conmigo y muchos de ellos, con sus consejos y orientaciones, han posibilitado que haya podido desarrollar una vida útil y provechosa.
Y particularmente en este 2019, las dos ciudades cubanas que tanto tienen que ver con mi vida, Cienfuegos y La Habana, se han interrelacionado mucho más a la hora de proporcionarme vivencias muy emotivas. Cienfuegos cumplió, en el mes de abril, sus dos siglos de existencia y tuve la posibilidad de asistir como invitado a las actividades realizadas en la ciudad.
La Habana cumple su medio milenio. Y desde finales del 2018, y durante el presente año, he tenido la posibilidad de formar parte del equipo que encaró y ha logrado hacer realidad el sitio web Habana 500.
Y ello me ha permitido conocer mucho más la historia y características de la capital de todos los cubanos y también apreciar el gran trabajo realizado en la urbe, que ha cristalizado en la creación y/o recuperación de obras muy relevantes y, sobre todo, en elevar el simbolismo de la capital de todos los cubanos.
Le doy pues las gracias a Cienfuegos, por haberme recibido a la llegada a la vida y aportarme otras vivencias significativas y a La Habana por todo lo que igualmente ha representado en mi existencia.