NICOLÁS RUÍZ ESPADERO
Nicolás Ruiz Espadero fue, según lo calificara el destacado intelectual cubano Alejo Carpentier, el compositor cubano más famoso de su tiempo, es decir del siglo XIX.
Espadero falleció en La Habana el 30 de agosto de 1890 como consecuencias de quemaduras recibidas de manera casual.
Nacido el 15 de febrero de 1832, desde la etapa de su niñez evidenció sus aptitudes para aprender y tocar el piano, en el que se refugió en una dramática adolescencia por la inesperada muerte del padre, lo cual le provocó una neurosis acentuada con el decursar de los años.
Contaron quienes lo conocieron que el joven, en horas de la tarde acostumbraba a dedicarse por entero a sus estudios musicales, que fue su gran pasión, aunque ello no opacó su vocación por las lecturas literarias y la pintura, a las cuales consagraba igualmente horas.
Espadero sin causa conocida, tal vez hastiado de la banalidad de la sociedad en que vivía, se fue alejando poco a poco, a pesar de los aplausos que se le prodigaban, hasta convertirse en un ser solitario. El musicógrafo Serafín Ramírez dijo acerca de ello que bien podía asegurarse que al proceder así, lo hizo, o arrastrado por su amor a la soledad, a la cual se había acostumbrado desde su niñez, o quizás por ventajas que a su propósito de no tocar, le ofrecía aquella vida triste y aislada."
Nicolás Ruíz Espadero, aunque alejado por mucho tiempo de las salas de concierto, compuso más de 50 piezas de música para piano, violín y piano y dos obras de cámara, y fue profesor de piano, por ejemplo, entre otros, de Ignacio Cervantes, quién llegó a ser uno de los más relevantes pianistas de Cuba.
Entre las obras más significativas de Espadero se encuentran las tituladas Canto del esclavo, Canto del guajiro, El lamento del poeta, Canto del alma y La caída de las hojas.
José Martí hizo referencia a la vida y obra de Nicolás Ruíz Espadero en una velada artístico literaria de la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York efectuada el tres de marzo de 1891 en homenaje al notable pianista y compositor cubano. Afirmó que aprisionó en sus notas, como en red de cristal fino, los espíritus dolientes, que velan y demandan desde el éter fulguroso y trémulo del cielo americano.”
Y al hacer alusión al fallecimiento de Espadero, manifestó: “Ni para lamentar siquiera la desaparición de este mundo del compositor ilustre daría yo suelta a las ideas, porque el morir, cuando ya se ha ganado un poco de amor, es tan apetecible y justo como vergonzoso e inútil es salir de la vida sin haber merecido con el trabajo y la bondad el descanso de ella.”
Martí señaló, además, que lo que sí no se podía dejar de hablar era del montaraz sigilo en que cuentan que vivía aquel domador de notas.