Nacido en un solar del Vedado, en La Habana, el 7 de enero de 1915, Luciano, Chano, Pozo se inició desde muy joven en la percusión. Él con su habilidad innata para tocar el tambor escaló peldaño a peldaño la cima de la inmortalidad dentro del quehacer musical no sólo de Cuba sino también a nivel internacional.

Participó en comparsas y en pequeñas agrupaciones musicales populares que no le dejaban verdaderas utilidades económicas pero que le producían gran satisfacción en correspondencia con su temperamento creador. Chano Pozo llegó a ser cantante, bailarín, tamborero y compositor e incluso fungió como guardaespaldas de un senador cubano.

Alcanzó gran fama como percusionista tanto en Cuba como en los Estados Unidos de América. En 1940 tuvo una gran oportunidad cuando tocó la tumbadora en el cabaret habanero nombrado Sans-Souci y allí causó una gran admiración. Por esa época compuso  igualmente sus  guarachas y   rumbas Blen-blen-blen-, Pon-pon-pin, Nague y Manteca. Algunos años después su inestable situación económica lo hizo viajar a los Estados Unidos de América en busca de mejores opciones.

En 1946 llegó a Nueva York y al año siguiente fue presentado por Mario Bouza al célebre músico estadounidense Dizzie Guillespie. Éste decidió incorporarlo a su agrupación y la voz y el tambor del cubano contribuyeron a modificar la estructura rítmica del bop con la introducción de una serie de elementos sincretizados en Cuba. Chano Pozo fue el introductor de la percusión cubana en el jazz.

El propio Guillespie al referirse a las cualidades y habilidades de este significativo músico cubano afirmó en una oportunidad: “Jamás en mi vida he visto a nadie tocar la tumbadora como a Chano”. Nunca he oído nada semejante.”

El relevante investigador cubano Fernando Ortiz al  resumir el simbolismo y la virtuosidad de Luciano “Chano” Pozo, llegó a asegurar:  “Por el tambor de Chano Pozo hablaban sus abuelos, pero también hablaba toda Cuba”. 

“Chano” Pozo resultó asesinado cuando se hallaba en el bar del hotel Rio Café and Lounge de Nueva York, el tres de diciembre de 1948.

La trascendencia de la vida y obra de Chano Pozo no se extinguieron con su lamentable desaparición física puesto que él sigue siendo una especie de leyenda rítmica ya que supo reflejar con su peculiar estilo como percusionista la fuerza melódica de la cubanía.