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publicado el 16/11/2024

¿Por qué la capital de Cuba se llamó San Cristóbal de La Habana?

Mucha gente pregunta por qué la capital de Cuba fue en sus orígenes fundada con el nombre de villa de San Cristóbal de La Habana. Existen al respecto varias hipótesis.

Según la hagiografía cristiana, Cristóbal fue un hombre nacido en la antigua tierra de Caanán, Asia Occidental, entre el Mediterráneo y el río Jordán, y sobresalía entre sus coterráneos por su gigantesca estatura, de unos 12 codos de altura, o sea, mucho más de dos metros, según asegura la leyenda.

Mientras se encontraba al servicio del rey de su país, un día se dijo a sí mismo que, en realidad, él debería servir al señor más poderoso de la Tierra.

Tras una prolongada y estéril búsqueda para hallar a su nuevo patrón, el gigantesco Cristóbal llegó al refugio de un anciano ermitaño, a quien pidió consejo. El ermitaño le sugirió que se estableciera a la orilla del río más caudaloso y profundo de aquellas tierras y aprovechara su corpulencia para ayudar a los viajeros a cruzar la peligrosa corriente. Era, aseguró, la única manera en que el gigante podría lograr que el gran señor a quien buscaba se le manifestara algún día.

Obedeció el gigante y se construyó una cabaña a la orilla del río. Talló una gruesa rama de árbol para que le sirviera como báculo para ayudarse a caminar mejor dentro del agua, y se dedicó a transportar sobre sus fuertes hombros a todo aquel que deseara atravesar el río. Una noche, mientras Cristóbal dormía, oyó la voz de un niño que le pedía ayuda para pasar a la otra margen. Cristóbal lo cargó sobre su espalda y se metió en el agua, pero no tardó en sentir que el cuerpo de la criatura se iba haciendo cada vez más pesado hasta casi hundirlo a él, el portador, en el fango blando del lecho del río.

Al llegar a la otra orilla, Cristóbal recriminó al pequeño, pero éste le reveló que era el propio Cristo en persona, y su exceso de peso se debía a que, aunque pequeño, llevaba sobre sí todo el peso del mundo. Como prueba de sus palabras, indicó a Cristóbal que plantara el báculo junto a su cabaña, y a la mañana siguiente lo encontraría convertido en un árbol florecido, cosa que la leyenda asegura que sucedió.

Lo último que se sabe sobre Cristóbal, el cananeo es que, presuntamente, padeció el martirio y murió alrededor del año 250 durante la persecución de Decio contra los cristianos.

Hacia finales del Medioevo la leyenda, de Cristóbal cobró nuevo auge, y por haber transportado sobre sus espaldas al niño Dios, Cristóbal fue convertido en patrono de los trasbordadores y barqueros.

Como La Habana, en su definitiva ubicación se fundó como puerto de mar geográficamente colocado entre el Nuevo y el Viejo Mundo, es fácil imaginar cuántos marinos, aventureros, soldados, frailes, comerciantes, exploradores y viajeros se habrán sentido necesitados de obtener la protección del santo para enfrentar las aguas procelosas que separan la isla de Cuba de toda tierra firme. Ésa pudiera ser la razón para que la nueva villa haya sido colocada bajo la advocación del santo y bautizada con su nombre.

También se cree que La Habana pudo ser llamada San Cristóbal en honor a Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo y de la hermosa tierra cubana.

Al margen de su talla moral y simbólica, la Iglesia católica no le ha concedido la condición de santo, alrededor de la cual existe todavía una encendida polémica muy bien representada en la novela El arpa y la sombra, del escritor cubano Alejo Carpentier. Por lo tanto, en 1519, cuando San Cristóbal de La Habana fue fundada, a nadie se le habría ocurrido pensar en el descubridor como un santo.

Sin embargo, es muy posible que Colón haya sido bautizado con ese nombre en memoria del buen gigante. También resulta muy tentador para la imaginación especular si el descubridor, a quien se le achacan orígenes hebreos, genoveses y otros aún más oscuros, no se habrá cambiado su verdadero nombre por otro más castizo para presentarse sin levantar innecesarias sospechas en España, tierra perseguidora de infieles. De ser esto cierto, su amor al mar y su temprana vocación de marino le habrían sugerido seguramente tomar el nombre de Cristóbal como amuleto protector que lo acompañaría en su futura vida entre olas y tierras ignotas flotando sobre el mar.

Como dato curioso, añadimos que de todos los grabados fechados que se conservan en el mundo, el más antiguo es, precisamente, una representación de San Cristóbal o Cristophoros, el Porteador de Cristo. Se trata de una xilografía o grabado en madera, que data de 1423. El desconocido autor presentó la figura del santo en el momento de alcanzar la otra margen del río, llevando a Cristo en hombros. A su alrededor aparecen el ermitaño junto a su ermita, un viajero que atraviesa el arroyo con su mula, y un molinero que acarrea un saco hacia su molino. También fueron grabados una liebre y un pez, símbolos del cristianismo esotérico.

¿POR QUÉ LA HABANA…?

Según ciertos investigadores, la segunda parte del topónimo que da nombre a la capital cubana, Habana, no es más que una corrupción de la palabra haitiana sabana, que quiere decir exactamente eso: sabana, formación vegetal donde dominan las plantas herbáceas, propia de zonas tropicales en cuyo clima hay una estación seca. De donde La Habana sería una provincia en cuyo suelo predominaban las sabanas.

Yo solo me pregunto por qué los aborígenes, que tenían su propia lengua, habrían acudido a un préstamo lingüístico a todas luces innecesario, y también me pregunto si conocerían que ese vocablo describía precisamente el suelo característico de la zona.

Eusebio Leal Spengler (1942-2020), “eterno historiador” de la ciudad, era partidario de la tesis según la cual existió en el occidente de la isla un cacique poderoso de nombre Habaguanex. Este jefe habría sido el origen del primer nombre de la capital cubana.

Según el lingüista Whitney, havana viene de haven o gaven, que significa puerto, fondeadero o abra. En apoyo de su teoría, este especialista menciona la existencia de un puerto denominado Havanne, en la costa septentrional europea.

Otra posibilidad subyace en la existencia de la Fuente de La India. Se cree que esta escultura conmemora una antigua leyenda basada en un hecho supuestamente real: la historia de la india Guara, quien, enamorada de un conquistador español, le avisa cómo y dónde asaltar un asentamiento indígena. Al ver la carnicería causada por los soldados españoles entre los hombres y mujeres de su raza, la aldea quemada y la sangre humedeciendo la tierra, Guara enloquece y vaga desmelenada por los alrededores hasta que, maldiciéndose a sí misma, se arroja al fuego y muere carbonizada. En esta leyenda aparecen unas indias plañideras que, al dar sepultura a los restos de Guara, repiten incansablemente la palabra habana, lo que en lengua aruaca querría decir: “ella (Guara) está loca”.

Quizá ya nunca se consiga esclarecer el origen del nombre de esta hermosa ciudad que mira al Caribe como si interrogara a las olas sobre su destino. Pero no deja de resultar curioso que, si intentáramos traducir fielmente el nombre completo de la capital y para ello tomáramos el sentido literal de porteador y el de la leyenda de Guara, o sea, locura, el resultado sería que el nombre de la urbe significaría más o menos “el porteador de la locura” o “el que lleva sobre sus hombros la locura”, lo cual le va muy bien con el temperamento del habanero, esa cosmopolita locura porteña del frenesí de vivir intensamente cada minuto de existencia, hasta que la vida pase junto a él y se despida con un breve y definitivo adiós.

(Gina Picart Baluja/Tomado de Radio Ciudad de La Habana)

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