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publicado el 08/10/2024

Ernesto Che Guevara: No porque hayas caído tu luz es menos alta

El 8 de octubre de 1967 Ernesto Che Guevara libró su último combate en tierras bolivianas, donde hacia casi un año se hallaba al frente de un grupo de combatientes internacionalistas. En un enfrentamiento con soldados bolivianos resultó herido y al hallarse su arma inutilizada fue capturado y vilmente asesinado al dia siguiente.

El legendario guerrillero contaba con solo 39 años, y su breve y fecunda existencia estuvo en plena correspondencia con los principios que había expuesto en cartas, discursos y trabajos.

Con su desaparición física, se pretendió borrar su imagen y su ejemplo... 

Precisamente en un emotivo poema que creó Nicolás Guillén y que fuera hecho público exactamente el 18 de octubre cuando en la Plaza de la Revolución “José Martí”, en La Habana, se realizó una velada solemne en homenaje al Che Guevara, se detalló en la parte inicial de la citada obra:

No porque hayas caído
tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.

Ernesto Guevara de la Serna nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina.

Desde la etapa de su juventud se interesó por realizar recorridos para conocer la realidad de los pueblos de América Latina. Primero, en 1950, viajó en una bicicleta a la que adaptó un motor  por la zona norte de su país natal, Argentina.

Posteriormente, entre finales de diciembre de 1951 y julio de 1952, el joven Ernesto Guevara, quién todavía era estudiante de la carrera de medicina en la Universidad de Buenos Aires, junto a su amigo Alberto Granado transitó por territorios de Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela.

Visitaron disímiles sitios, así como leprosorios y entraron en contacto con mineros y otros sectores de la población de los respectivos países.

Al concluir ese gran recorrido Ernesto Guevara retornó a la capital argentina para terminar sus estudios universitarios. Y en julio de 1953, tras obtener su título de médico, decidió dirigirse a Venezuela. Pero en su nuevo transitar por países de América Latina declinó llegar hasta la capital venezolana para reencontrarse con su amigo Alberto Granado puesto que se interesó por conocer lo que ocurría en Guatemala, donde había un gobierno progresista encabezado por Jacobo Arbenz. 

Meses después, en Guatemala, vivió una singular experiencia cuando fue testigo de cómo a través de una agresión de elementos reaccionarios, apoyados por los Estados Unidos, se produjo el derrocamiento del presidente Arbenz. Él incluso patentizó su disposición de con las armas en la mano luchar contra los agresores.

En el mes de septiembre ante la crítica situación  en Guatemala, y atendiendo a su condición de extranjero, se vio obligado a trasladarse en forma clandestina hacia México, país donde se reencuentra con uno de los cubanos, que había conocido en Guatemala, Antonio (Ñico) López, quién había participado en las acciones realizadas en Cuba cuando al mando de Fidel Castro jóvenes revolucionarios realizaron el 26 de julio de 1953 el asalto a los cuarteles “Moncada” y “Carlos Manuel de Céspedes”, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente.

Fue a través de Ñico López que Ernesto Guevara conoce a Fidel, quién en julio de 1955 había llegado a México, después de haber salido del presidio en Cuba. En un encuentro inicial de varias horas Fidel y Ernesto Guevara se identifican plenamente.

A partir de ese instante formó parte del grupo de revolucionarios cubanos que se prepararían en México para finalmente participar, a partir de la madrugada del 25 de noviembre de 1956, en la expedición del yate “Granma” que finalmente llegó a la costa sur zona oriental de Cuba el 2 de diciembre de 1956.

Se inició así la etapa de Ernesto Che Guevara como combatiente revolucionario con las armas en la mano más allá de su profesión de médico.

El 5 de diciembre recibió su bautismo de fuego en la zona de Alegría de Pío cuando los expedicionarios fueron atacados en forma sorpresiva por los soldados de la dictadura batistiana.

En el transcurso de los siguientes días es uno de los pocos combatientes que logró eludir la persecución de las tropas de la tiranía y finalmente se reencuentra con Fidel.

Con el tiempo en la Sierra Maestra el Che Guevara demostró sus condiciones como combatiente y llegó a ser el primero a quien Fidel le otorgó el grado de Comandante y le encomendó durante el desarrollo de la guerra, misiones complejas que cumplió a cabalidad, como la de dirigir una columna rebelde que se trasladó desde la Sierra Maestra hasta la provincia de Las Villas, donde desarrolló igualmente una gran labor política y combativa.

Tras el triunfo de la Revolución, en la etapa inicial del año 1959, el Comandante Ernesto Che Guevara también puso de manifiesto sus cualidades y sensibilidad como dirigente revolucionario.

Además de sus funciones como Comandante, desempeñó otras responsabilidades, tales como Jefe del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria, Presidente del Banco Nacional de Cuba y Ministro de Industrias, así como miembro de la Dirección Nacional, primero de las Organizaciones Revolucionarias Integradas y después del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba.

En 1965 hizo patente su disposición de dar igualmente su contribución a la lucha revolucionaria de otros pueblos en el mundo.

Precisamente el  24 de febrero de 1965 al participar y hablar en el Segundo Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática efectuado en Argelia ya había señalado: “El ejercicio del internacionalismo proletario es no solo un deber de los pueblos que luchan por asegurar  un futuro mejor, además, es una necesidad insoslayable.”

En correspondencia  con sus principios internacionalistas salió de Cuba en abril de 1965. Antes de partir escribió una carta de despedida  al máximo líder de la Revolución cubana Fidel Castro en la que, entre otras cuestiones  le patentizó: 

“Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.”

El Che primero estuvo durante varios meses en el territorio del Congo en el continente africano. Con posterioridad cumplió otra misión internacionalista en Bolivia, país al que llegó en noviembre de 1966.

Con respecto al Che Guevara y la significación de su muerte en este país de América Latina, Fidel se refirió el 18 de octubre de 1967 en la velada solemne celebrada en la Plaza de la Revolución “José Martí”, en La Habana.

Especificó que el Che no cayó defendiendo otra causa que la de los pobres y de los humildes de esta Tierra.  También aseguró:

“Y ante la historia, los hombres que actúan como él, los hombres que lo hacen todo y lo dan todo por la causa de los humildes, cada día que pasa se agigantan, cada día que pasa se adentran más profundamente en el corazón de los pueblos.” 

Los restos del Che y los de una gran parte de los combatientes internacionalistas caídos en Bolivia reposan desde 1997, en que pudieron ser encontrados y trasladados a Cuba, en el complejo monumentario existente en la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara en Santa Clara, lugar donde en forma permanente y de modo muy especial cada 8 de octubre se le rinde especial homenaje.

El 17 de octubre de 1997 al hablar en la ceremonia realizada con  motivo del depósito de los restos del Che y de otros combatientes internacionalistas en ese sitio de Cuba, Fidel destacó: 

“Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra.”

Y también resaltó:

“Che fue maestro y forjador de hombres como él. Consecuente con sus actos, nunca dejó de hacer lo que predicaba, ni de exigirse a sí mismo más de lo que exigía a los demás.” 

E igualmente expresó emocionado: “¡Gracias, Che, por tu historia, tu vida y tu ejemplo!”

Che Comandante

No porque hayas caído 
tu luz es menos alta.

Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.
No por callado eres silencio.

Y no porque te quemen,
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerio, bosques, páramos,
van a impedir que te encontremos
Che Comandante,
amigo.

Con sus dientes de júbilo
Norteamérica ríe. Más de pronto
revuélvese en su lecho
de dólares. Se le cuaja
la risa en una máscara,
y tu gran cuerpo de metal
sube, se disemina
en las guerrillas, como tábanos,
y tu ancho nombre herido por soldados
ilumina la noche americana
como una estrella súbita, caída
en medio de una orgía.
Tú lo sabias, Guevara,
pero no lo dijiste por modestia,
por no hablar de ti mismo.
Che Comandante,
amigo.

Estás en todas partes. En el indio
hecho de sueño y cobre. Y en el negro
revuelto en espumosa muchedumbre,
y en el ser petrolero y salitrero,
y en el terrible desamparo
de la banana, y en la gran pampa de las pieles,
y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,
tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,
vivo, como no te querían,
Che Comandante,
amigo.

Cuba te sabe de memoria. Rostro
de barbas que clarean. Y marfil
y aceituna en la piel de santo joven.
Firme la voz que ordena sin mandar,
que manda compañera, ordena amiga,
tierna y dura de jefe camarada.
Te vemos cada día ministro,
cada día soldado, cada día
gente llana y difícil
cada día.
Y puro como un niño
o como un hombre puro,
Che Comandante,
amigo.

Pasas en tu descolorido, roto, agujereado
traje de campaña.
El de la selva, como antes
fue el de la Sierra. Semidesnudo
el poderoso pecho de fusil y palabra,
de ardiente vendaval y lenta rosa.

No hay descanso.
¡Salud Guevara!
O mejor todavía desde el hondón americano:
Espéranos. Partiremos contigo. Queremos
morir para vivir como tú has muerto,
para vivir como tú vives,
Che Comandante,
amigo.

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