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Fecha: 12/08/2023

¡Patria o Muerte!: Una consigna símbolo de continuidad de la Revolución

En La Habana, muy cerca de la entrada del Cementerio Colón, en la intersección de las calles 23 y 12, en el Vedado, se efectuó el 5 de marzo de 1960, el acto de despedida de duelo de las víctimas del sabotaje del barco francés La Coubre, acaecido el día anterior en la zona portuaria de la capital cubana.

El barco “La Coubre”, había transportado armas y municiones que Cuba adquirió para garantizar su defensa.

Había partido a mediados de febrero desde el  puerto francés El Havre.  Llegó al puerto Amberes, Bélgica, donde tomó a bordo la carga dirigida a Cuba. Hizo escalas posteriores en Breman, Hamburgo y Liverpool. De La Habana debía seguir hacia la Florida.

Llegó a la capital cubana el viernes 4 de marzo en horas de la mañana y comenzó a ser descargado ese mismo día por 57 estibadores y 32 integrantes del Ejército Rebelde.

A las tres y diez de la tarde ocurrió la primera explosión que afectó a los que participaban en la descarga de la embarcación. Algunos minutos después se produjo otra todavía más fuerte que provocó incluso numerosas víctimas entre los habitantes de La Habana que al hallarse relativamente cerca de la zona donde había ocurrido el siniestro corrrieron hacia allí para prestar la ayuda necesaria en el rescate de los heridos y sobrevivientes.

Fidel al hablar en el acto de despedida de duelo señaló: “Hay instantes en la vida de los pueblos, hay minutos, que son extraordinarios; y un minuto como ése es este minuto trágico y amargo que estamos viviendo en el día de hoy.”

Explicó que la explosión no se habían producido por descuido o mala manipulación sino que se trataba de un artero sabotaje incluso preparado desde el exterior.

Recordó cómo reaccionó el pueblo y dijo que no se atemorizó por la explosión, sino que  el pueblo avanzó hacia la explosión y que no se llenó de miedo, sino que se llenó de valor y aún cuando no sabía lo que había ocurrido, se dirigió hacia allí y hacia allí se dirigieron los obreros, las milicias, los soldados y los demás miembros de la fuerza pública, todos a prestar la ayuda que estuviese a su alcance.

Seguidamente expuso:  “¿A qué se debía aquella explosión?, se preguntarían muchas personas, ¿sería accidente? Es posible que para todos aquellos que no tengan experiencia o conocimientos en materia de explosivos cupiera, para ellos, la posibilidad de un accidente. Se sabe que los explosivos explotan, y es fácil imaginarse que puedan explotar fácilmente; sin embargo, no es así. Y en realidad, no resulta fácil que los explosivos estallen: para que los explosivos estallen es preciso hacerlos estallar. Entonces, ¿de qué se trataba?”

Manifiestó al respecto: “Y la otra respuesta era que se podía tratar de un sabotaje, pero, un sabotaje ¿cómo y dónde? ¿Es que los sabotajes se pueden llevar a cabo en presencia de numerosas personas?, ¿es que los sabotajes se pueden realizar en presencia de soldados rebeldes y de obreros portuarios, en pleno mediodía. Si era un sabotaje, ¿cómo se pudo llevar a cabo aquel sabotaje? Y en primer lugar, ¿por qué un sabotaje y no un accidente?”

Fidel precisó que por accidente no podía haber sido y agregó: “Tenía que ser intencional, había que descartar toda posibilidad de accidente, para  aceptar lo único explicable: una explosión intencional.”

En su discurso Fidel  destacó la firmeza del pueblo cubano ante ese vil sabotaje al expresar: “Aquí en este acto, ante estos muertos, producto de quién sabe que manos asesinas, digamos, de una vez, que nosotros no le tenemos miedo a ninguna tropa de desembarco en este país; que nosotros no esperaremos un segundo en tomar nuestros fusiles y en ocupar nuestros puestos, sin pestañear y sin vacilar, ante cualquier tropa extranjera que desembarque en este país; que nosotros, es decir, el pueblo cubano, sus obreros, sus campesinos, sus estudiantes, sus mujeres, sus jóvenes, sus ancianos, hasta sus niños, no vacilarán en ocupar sus puestos, tranquilamente, y sin inmutarse y sin pestañear siquiera, el día que cualquier fuerza extranjera ose desembarcar en nuestras playas, venga por barco o venga en paracaídas o venga en avión, o venga como venga y vengan cuando vengan.”

 “Y es bueno que lo digamos sin alarde, como quienes están decididos de verdad a hacer lo que se prometen. Y si alguien lo hubiera podido dudar, el día de ayer, era como para demostrárselo, para siempre, al más pesimista. Quién haya observado al pueblo en el día de ayer, quién haya visto aquel episodio, a la vez maravilloso y dantesco; quién haya visto como las multitudes avanzaban hacia el fuego; ¡cómo avanzaban los soldados, los obreros, los policías, los marinos, los bomberos, las milicias! ¡cómo avanzaban hacia aquel lugar de peligro! ¡cómo avanzaban hacia aquel lugar de muerte! sin inmutarse. Quién haya visto lo que ayer hicieron los cubanos; quien haya visto a los soldados y al pueblo avanzar hacia el peligro para rescatar a los heridos, para rescatar a las víctimas en un barco ardiendo, en una zona que estaba ardiendo, cuando no se sabían cuántas explosiones más iban a ocurrir; quién haya sabido de aquellas oleadas, barridas por las explosiones, que murieron, no en la primera., sino en la segunda explosión, quién haya visto al pueblo comportarse cómo se comportó ayer; quién haya visto al pueblo dirigir el tráfico; quién haya visto al pueblo establecer el orden; quién haya visto al pueblo avanzar sobre aquella explosión que dejara tras de sí, como un hongo, que recuerda el hongo de las explosiones nucleares; quien haya visto al pueblo avanzar hacia aquel hongo sin saber de qué se trataba, puede estar seguro de que nuestro pueblo es un pueblo en condiciones de defenderse, es un pueblo capaz de avanzar hasta contra los hongos de las bombas nucleares.”

Fue en esa coyuntura y en ese discurso que Fidel pronuncia la frase Patria ó Muerte que de inmediato se convirtió en consigna permanente del pueblo cubano, para patentizar su decisión de enfrentar cualquier tipo de amenaza o de agresión.

Fidel aseguró: “Y sin inmutarnos por las amenazas, sin inmutarnos por las maniobras, recordando que un día nosotros fuimos doce hombres solamente y que comparada aquella fuerza nuestra con la fuerza de la tiranía, nuestra fuerza era tan pequeña y tan insignificante, que nadie habría creído posible resistir, sin embargo, nosotros creímos que resistíamos entonces, como creemos hoy que resistimos a cualquier agresión. Y no sólo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer a cualquier agresión y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria, la de la libertad o la muerte; sólo que ahora libertad quiere decir algo más todavía, libertad quiere decir Patria, y la disyuntiva nuestra sería: patria o muerte.”

En la parte final de su discurso Fidel también enfatizó:  “Y así, al despedir los caídos de hoy, a esos soldados y a esos obreros, no tengo otra idea para decirles adiós, sino la idea que simboliza esta lucha y simboliza lo que hoy es nuestro pueblo. Descansen juntos, en paz; juntos obreros y soldados, juntos en sus tumbas, como juntos lucharon, como juntos murieron y como juntos estamos dispuestos a morir.

“Y al despedirlos en el umbral del cementerio, una promesa que más que promesa de hoy, es promesa de ayer y de siempre:  ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantablemente su marcha.

“Y esa es nuestra promesa, no a los que han muerto, porque morir por la Patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro, y no el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino el recuerdo único que no puede borrarse nuca: el recuerdo en el corazón de un pueblo.”

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