Institutos de la capital investigan afecciones renales en recuperados de la COVID-19
Un estudio realizado por el Instituto de Nefrología Dr. Abelardo Buch López y el Hospital Clínico Quirúrgico Docente Salvador Allende, de La Habana, demostró que existe en Cuba dos veces más pacientes con daño renal, luego de la COVID-19, que, en etapas previas, anunció el doctor en Ciencias Raúl Herrera Valdés, jefe del Grupo Nacional de Nefrología y líder del proyecto de convalecientes.
La investigación, desarrollada en abril, mayo y junio, incluyó a 92 pacientes recuperados y 12 autopsias, y tuvo como referencia un estudio de prevalencia realizado en la población de la Isla de la Juventud (2004-2010), y el comportamiento a nivel mundial.
El profesor titular y consultante señaló que, a partir de la realización del cuestionario clínico, ultrasonido renal, química sanguínea, pruebas hematológicas, estudio cualitativo de la orina, pruebas funcionales renales y estudios histopatológicos, se observó un incremento en los marcadores de daño renal en todas las fases de la enfermedad.
Herrera Valdés precisó que dicha afectación estuvo en proporción con el grado de gravedad del paciente y la presencia de marcadores de inflamación crónica persistente, a su vez, en los riñones de las autopsias estudiadas se constató diferentes tipos de lesiones y la presencia del virus.
Además, se evidenció que a los seis meses de seguimiento subyace un estado inflamatorio, lo que demuestra que, aunque la enfermedad pasó su fase aguda, aún tiene un período de latencia, agregó.
También se constató un incremento de la enfermedad renal crónica, y es que algunas personas que no tenían daños en el riñón, ahora lo tienen y quienes ya estaban diagnosticados se les agravó el padecimiento.
Miguel Almaguer López, presidente de la Comisión Nacional de Prevención de la Enfermedad Renal Crónica, explicó que a nivel mundial se estima que existen dos veces más personas con enfermedad renal crónica que con diabetes, 20 veces más que con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH); el 13 por ciento de los diabéticos, el 10 por ciento de los hipertensos y el ocho por ciento de los obesos tienen un daño de la función renal.
La enfermedad evoluciona de forma silente y hay que pesquisarla desde las etapas más tempranas para establecer mecanismos de prevención ante una evolución acelerada; por lo que es un imperativo estudiar en el momento del ingreso en los hospitales el daño renal en los pacientes y empezar a clasificar la función renal por estadios cada 48 horas.
En el país, existen más de 400 nefrólogos que trabajan en los 56 servicios de la especialidad, distribuidos por todo el territorio nacional, no solo en las cabeceras provinciales, sino en los municipios para que la mayor cantidad de pacientes puedan acceder.
Esas instituciones interactúan con la Atención Primaria de Salud para mantener el seguimiento de los convalecientes, y a partir de ahí tener más evidencias sobre el comportamiento de la COVID-19.
Entre las principales causas que provocan este padecimiento, además de las enfermedades crónicas no transmisibles (principalmente diabetes mellitus e hipertensión arterial), están las enfermedades glomerulares, los riñones poliquísticos, nefropatías obstructivas debido a litiasis en el tracto urinario, problemas prostáticos en el hombre y cáncer de tipo urinario.
A ellas se suman las infecciones, la manipulación de metales pesados, agroquímicos o pesticidas y la ingestión inadecuada de algunos medicamentos, entre ellos analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos y antibióticos.
Actualmente, el Instituto de Nefrología se prepara para continuar en abril el estudio iniciado un año atrás y se prevé incluir a la totalidad de los recuperados en el Programa Preventivo de Tratamiento de la Enfermedad Renal Crónica como pacientes de riesgo.