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publicado el 24/07/2023

ANIVERSARIO 70. La significación histórica del Asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes (I)

El 26 de julio de 1953, en el año del centenario del natalicio de José Martí, un grupo de jóvenes revolucionarios encabezados por Fidel Castro Ruz llevaron a cabo el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

Inspirados en los principios martianos ellos intentaron, sobre todo, ocupar las armas existentes en la instalación militar santiaguera para hacerle un llamado al pueblo y desencadenar una insurrección popular armada que  provocara el derrocamiento de un régimen dictatorial impuesto por Fulgencio Batista a partir del golpe de estado realizado el 10 de marzo de 1952.

Aunque los cuarteles no pudieron ser tomados por sorpresa y sobre todo en el Moncada aunque se logró establecer un combate, lo acaecido casi al amanecer de ese 26 de julio marcó el comienzo de la lucha frontal contra la dictadura batistiana. Desde entonces la fecha del 26 de Julio, según patentizó años después el propio Fidel “ha pasado a ser una fecha histórica en los anales de la larga y heroica lucha de nuestra patria por su libertad.”

Ya desde antes de encabezar esas acciones el joven abogado Fidel Castro se había referido a la necesidad de enfrentar con decisión al régimen dictatorial impuesto por la fuerza.

Precisamente el mismo día que se produjo el golpe de estado de Fulgencio Batista, Fidel en un documento que elaboró con gran firmeza expuso:

 “Hay opresión en la Patria, pero habrá algún día otra vez libertad”.

En ese mes de marzo Fidel también presentó ante el Tribunal de Urgencia una denuncia contra los autores del golpe de estado. No obstante no se produjo ninguna reacción  desde el punto de vista judicial.

Fidel incluso también elabora un artículo titulado “ ¿Qué diferencia hay...?” publicado en el periódico “La palabra”, el seis de abril de 1952 en el que expresa que los ejecutores del golpe de estado vencidos de antemano en las urnas asaltaron el poder de un zarpazo. En dicho artículo fustiga al dictador al enfatizar que lo más inaudito es oír a Batista diciendo que ha hecho una revolución para acabar con el peculado, el crimen, el negocio turbio y darle paz y tranquilidad a la familia cubana. Seguidamente establece comparaciones entre Batista y el presidente derrocado Carlos Prío y demuestra que entre ambos no hay diferencias. Fidel exhorta a los cubanos al combate.

Señaló:

“Adelante los buenos cubanos, los que quieren ponerse en esta hora difícil bajo las banderas de la honra”.

Aparentemente no había la posibilidad de luchar contra el régimen dictatorial ya que la ineptitud de los seudo líderes de los partidos políticos de la burguesía se unió al hecho de que los sindicatos estaban controlados por elementos gansteriles que muy pronto le ofrecieron respaldo a Batista.

Los militantes comunistas, sin embargo, se encontraban perseguidos y prácticamente aislados. Algunos sectores humildes del pueblo si estaban ansiosos de iniciar la lucha pero no contaban, en ese instante, con líderes capaces de guiarlos, ni con los medios necesarios para poder llevar a cabo el combate.

Aún en medio de esas circunstancias Fidel, quién formaba parte de la juventud del Partido del Pueblo Cubano, Ortodoxo, comienza a intercambiar criterios con otros jóvenes de esa organización que también deseaban hacer algo para desencadenar la lucha contra la dictadura batistiana.

Fidel recordaba años después sobre ese particular que la actitud de ellos inicialmente fue estar dispuestos a colaborar con cualquier movimiento u organización para desencadenar la lucha pero que finalmente tuvieron que asumir la creación de un movimiento clandestino.

El primero de  mayo de 1952 Fidel y Abel Santamaría se conocen. Ambos habían acudido a un acto en el Cementerio Colón, en La Habana, como homenaje al joven Carlos Rodríguez, quién fue integrante del Partido Ortodoxo, al cumplirse el primer aniversario de su asesinato en la capital cubana. 

Desde que se produjo el golpe de estado de Batista, Abel también condenó ese hecho vandálico. Incluso con amigos suyos que compartían sus opiniones comenzaron a editar un boletín clandestino titulado “Son los mismos”, en clara alusión a que los que ahora habían asumido el poder en Cuba no se diferenciaban o que eran similares a los que con antelación habían maltratado al pueblo y hasta habían cometido crímenes. “Son los mismos” fue editado inicialmente en un mimeógrafo en la propia vivienda de Abel, en el edificio de 25 y O, en el Vedado, aunque igualmente se hizo en la casa de Raúl Gómez García, en Juan Bruno Zayas 8, en La Víbora y en otros lugares.

Desde el instante que se conocieron Fidel y Abel establecieron una animada y amigable charla alrededor de los acontecimientos políticos del país y estuvieron de acuerdo en que algo había que hacer para combatir al régimen dictatorial de Batista.  Para ellos se imponía la acción de la juventud.

Fidel Castro comienza a visitar en forma frecuente el apartamento donde vivía Abel en unión de su hermana Haydée en la calle O y 25, en la zona del Vedado, en La Habana. Desde finales del mes de mayo de 1952 el apartamento de Abel se había convertido en el centro de operaciones de la organización del Movimiento clandestino que Fidel se empeñó en estructurar para llevar adelante la batalla contra la dictadura batistiana.

Tanto en el mencionado apartamento como en otros lugares de La Habana y después de Artemisa Fidel fue reuniéndose con jóvenes interesados en luchar y así se fueron organizando en células clandestinas.

Teniendo en cuenta que en el mes de agosto de 1952 se iba a celebrar un acto que organizaban los dirigentes del Partido del Pueblo Cubano, conocido como Ortodoxo, en el aniversario de la muerte del que fuera su fundador y dirigente Eduardo Chibas, Fidel decidió que se confeccionara un boletín especial de El Acusador, que fue la continuidad histórica del que inicialmente elaborara Abel Santamaría con el título “Son los mismos”

El 16 de agosto de 1952  fue repartido el boletín El Acusador entre los que participaban en el acto que se celebraba en el cementerio Colón, en La Habana. Fidel Castro había elaborado, con el seudónimo de Alejandro, su segundo nombre,  dos trabajos para ese boletín especial. En uno de esos materiales tras hacer un análisis crítico del Partido Ortodoxo y la actitud vacilante de sus dirigentes detalló:

“El momento es revolucionario y no político. La política es la consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos. La revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en la mano el estandarte.”

En los meses finales del año 1952  Fidel consideró oportuno comenzar el entrenamiento militar de una gran cantidad de jóvenes para después proceder a la selección rigurosa. En uno de los primeros lugares donde se hicieron algunas prácticas fue en locales de la Universidad de La Habana. Otras instalaciones en La Habana fueron igualmente utilizadas para realizar ese entrenamiento preliminar, por ejemplo el Club de Cazadores del Cerro.

Igualmente en un lugar situado en una zona del actual municipio de Arroyo Naranjo, en la periferia de La Habana, se llevaron a cabo otros entrenamientos, así como en varias fincas que se hallaban en zonas rurales de la entonces provincia de La Habana, entre ellas en las Lomas de Tapaste, en Madruga.

El Movimiento Revolucionario clandestino, que fue organizando Fidel Castro en unión con Abel Santamaría y otros cercanos colaboradores, no sólo se desarrolló en La Habana, sino también se hizo realidad en la ciudad de Artemisa.

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