Rubén Batista Rubio: El primer mártir de la dictadura batistiana
José Martí en un comentario sobre el libro La democracia práctica, del publicista americano Luís Valera, reflejado en la Revista Universal, de México, en la edición correspondiente al 7 de marzo de 1876 señaló que “ningún mártir muere en vano, ni ninguna idea se pierde en el ondular y en el revolverse de los vientos”.
Este postulado de José Martí se hace realidad en la historia de Cuba ya que los caídos en la lucha han sido dignificados con la obra creadora de todo el pueblo.
El 13 de febrero de 1953 murió tras una larga agonía de varias semanas, el joven estudiante universitario Rubén Batista Rubio, quién había sido mortalmente herido cuando participaba en una manifestación efectuada en La Habana el 15 de enero de ese año.
Unos días antes, exactamente el 10 de ese mes, los estudiantes universitarios habían develado un busto de Julio Antonio Mella frente a la Universidad de La Habana, para rendirle homenaje a este destacado dirigente estudiantil y luchador antimperialista en el aniversario de su asesinato ocurrida en Ciudad México en el año 1929.
El 15 de enero se hizo evidente que el busto de Mella había sido mancillado con chapapote.
Indignados por ese ultraje los estudiantes universitarios comenzaron a protestar y finalmente marchar en una manifestación desde la Universidad hacia cerca de la Avenida del Prado donde se halla el monumento erigido a los estudiantes de medicina que en Cuba fueron vilmente fusilados por las autoridades españolas el 27 de noviembre de 1871.
Los estudiantes avanzaron primero por la calle San Lázaro y cuando se aproximaban al Paseo del Prado fueron interceptados por un gran número de integrantes de las fuerzas represivas de la dictadura.
Primero con chorros de agua y después con disparos los agentes de la tiranía atacaron a los jóvenes con el objetivo de dispersarlos.
Y fue así como resultó herido de gravedad Rubén Batista Rubio. De inmediato él fue recogido por sus compañeros y trasladado hacia la Clínica del estudiante en el hospital Calixto García.
Y durante los 29 días en que se debatió entre la vida y la muerte los estudiantes y otros jóvenes revolucionarios, entre ellos Fidel Castro, se mantuvieron atentos al desarrollo de los acontecimientos y vigilando el lugar donde Rubén Batista se hallaba para evitar que fuese asesinado.
Cuando falleció Rubén se decidió por parte de la Federación Estudiantil Universitaria velar su cadáver en el Aula Magna de la Universidad de La Habana y su entierro constituyó una manifestación de duelo y a la vez de denuncia resuelta al régimen dictatorial impuesto por Fulgencio Batista en el país tras haber realizado un golpe de estado el 10 de marzo de 1952.
Miles de personas acompañaron su cadáver hasta la Necrópolis de Colón. Al frente de la manifestación marchó una hilera de mujeres vestidas de negro, que portaban una tela donde se detallaba: “La sangre de los buenos no se derrama en vano.”
Rubén fue el primer mártir estudiantil en la lucha emprendida por el pueblo cubano contra la dictadura militar reaccionaria. A propósito de ese crimen, la FEU, Federación Estudiantil Universitaria, emitió una declaración donde señalaba: "Que la sangre de nuestro compañero Rubén no haya sido derramada en vano. Ella debe ser estímulo de unión y sacrificio. (…) De lucha popular contra el tirano y sus secuaces"
Muchos otros jóvenes, entre ellos igualmente un buen número de estudiantes universitarios, también caerían en combates y enfrentamientos con las fuerzas de la dictadura y otros resultaron torturados y asesinados.
Más la trascendencia de sus vidas y obra han traspasado su desaparición física porque ellos siguen desde la historia haciendo realidad otro gran principio martiano expuesto en este caso en un trabajo publicado en el periódico “Patria”, el 12 de agosto de 1893:”Los muertos guían y acompañan, no hay más muerto en el mundo que el que olvida y odia: hay una flor que no se seca, y es la que crece, en el descanso del cementerio, de una vida pura.”