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publicado el 22/01/2023

Día del Teatro en Cuba: Las artes escénicas conmemoran y celebran

En todo nuestro verde caimán se conmemora, y celebra. El Día del Teatro Cubano, que enaltece la labor de nuestras artes escénicas, se conmemora porque el 22 de enero de 1869, tuvo lugar un trágico suceso que conmocionó a toda la capital y que es conocido como el "Suceso del teatro Villanueva".

El teatro Villanueva fue construido en 1846 con el nombre de Circo Habanero, en la manzana comprendida entre las calles de Zulueta, Colón, Morro y Refugio. Antiartístico caserón de madera, debió el nombre de Villanueva que le dio, al reconstruirlo, Miguel Nin y Pons, y con el que fue generalmente conocido, a la protección que le dispensó el superintendente conde de Villanueva. Tenía cabida para más de 1,300 concurrentes, y, aunque en el actuaban compañías de ópera de fama mundial, era preferido por las compañías de verso, prestidigitadores y esa clase de espectáculo que hoy se nombra variedades.

Ese 22 de enero se presentaba en el coliseo la obra "Perro huevero, aunque le quemen el hocico". En la mencionada obra representada por los Bufos habaneros, el personaje del guarapeta –nombre común dado a los amantes de empinar el codo, antaño- se acercó a proscenio para decir: “¡Que viva la tierra que produce la caña!” 

Esto provocó que el público, especialmente los criollos amantes de la recién iniciada lucha de Carlos Manuel de Céspedes y su clamor por la Independencia el 10 de octubre de 1868, a sólo 3 meses de iniciada la contienda, enaltecidos gritarán loas a Carlos Manuel y a la lucha de los mambises.

Un grupo de voluntarios (fuerzas formadas por peninsulares, criollos, y soldados españoles que defendían el sistema comercial y de plantación construido en Cuba sobre la esclavitud y dominio de España) , acérrimos a la corona española, encontraron el pretexto buscado para cometer sus desatinos, y ahogaron con sangre aquellas manifestaciones en pos de la Independencia.

Así lo describe uno de los escritos de la época neocolonial:

"...entraron en el teatro, hiriendo a tiros y a bayonetazos a numerosos concurrentes, ocasionando varias muertes, entre ellas la de dos señoras, contándose entre los lesionados por bayoneta la joven Antonia Somodevilla./ Al tratar los espectadores de abandonar el teatro, se repitieron los tiros y bayonetazos, pereciendo entre otros el hacendado cubano Pablo González, hijo del conde de Palatino, y su niño de 8 años./ Y no conformes con esto arrastraron por los cabellos a algunas mujeres que los llevaban sueltos, por ser así de moda, desgarraron los vestidos en que vieron adornos azules, y ebrios por la pólvora sembraron la alarma y el terror por aquellos alrededores, hasta que vino la tropa de línea a hacerlos retirar a sus hogares"...

Ese acontecimiento enlutó muchos de los hogares habaneros. El escenario vivido por los capitalinos se puede vislumbrar en una escena de la película de Fernando Pérez "José Martí, el ojo del canario", porque nuestro Héroe Nacional, que sólo tenia 16 años, nos lo contó en sus Versos Sencillos, cuando Leonor Pérez (su progenitora) caminó, desde la Villa de Guanabacoa, las empedradas calles de La Habana, en busca de su único varón para salvarlo del atropello que desencadenó aquel suceso en el teatro Villanueva.

José Martí testimonia en el poema XXVII de sus Versos Sencillos el desespero de una madre: "El enemigo brutal/ Nos pone fuego a la casa:/ El sable la calle arrasa,/ A la luna tropical. // Pocos salieron ilesos/ Del sable del español:/ La calle, al salir el sol,/ Era un reguero de sesos. // Pasa, entre balas, un coche: / Entran, llorando, a una muerta:/ Llama una mano a la puerta/ En lo negro de la noche.// No hay bala que no taladre/ El portón: y la mujer/ Que llama, me ha dado el ser:/ Me viene a buscar mi madre.// A la boca de la muerte,/ Los valientes habaneros/ Se quitaron los sombreros/ Ante la matrona fuerte.// Y después que nos besamos/ Como dos locos, me dijo: / ¡Vamos pronto, vamos, hijo:/ La niña está sola: vamos!".

El Doctor Emilio Roig de Leuchsenring, historiador, periodista, etnólogo y patriota, en la revista Carteles, enunciaba al comentar sobre aquel acontecimento en el coliseo:

"La Habana fue siempre foco intensísimo de agitación y conspiración separatistas, de protestas y rebeldías contra el régimen colonial; e insignes hijos de esta ciudad y de otras provincias, residentes en ella, libraron en todo momento ardorosas campañas en la prensa, en la tribuna, en el libro y en el seno de asociaciones cívicas -logias masónicas, especialmente-, ya de modo abierto, ya en secreto, para recabar de España, primero pacíficamente, derechos y libertades, y después mediante la fuerza de las armas, sufriendo persecuciones, prisiones, expulsiones y la muerte"...

Es precisamente ese entorno en el que sucedió el evento en el teatro Villanueva. Es esa la razón por la que nuestro teatro nació patriota, batallador por las causas más nobles y justas, más coherente y con la presencia y asistencia de lo mejor de nuestra intelectualidad y personalidades del arte y la cultura.

Nuestras artes escénicas hoy están dotadas de música, humor en la particular forma del choteo cubano, y la interpretación de cuentos, novelas, anécdotas y unipersonales (monólogos) que acercan las puestas al contexto que se vive en la nación.

Si indagáramos del surgimiento del teatro en Cuba, hasta hoy día se conoce que los estudios datan de iniciada la época colonial. La primera referencia teatral de que se tiene noticia data de 1520, y fue precisamente una danza relacionada con las fiestas cristianas realizada en Santiago de Cuba. Aunque en honor a la verdad  las primeras manifestaciones de arte teatral fueron de los areítos con su mezcla de poesía, música, danza y magia, unida con la religión. Los areítos eran una compleja manifestación de la cultura aborígen.


 

                                                                        Giganterías (Grupo de Teatro Callejero) lleva casi dos décadas alegrando las calles de La Habana, en particular las de la Habana Vieja


Los teatros en Cuba son parte del desarrollo cultural de la nación, todas nuestras provincias cuentan con su coliseo con valores arquitectónicos, e históricos, que resumen épocas y acontecimientos. Un breve repaso por esas instalaciones nos llevan a las más emblemáticas: En La Habana, tenemos al Teatro Martí, al Carlos Marx, el Teatro Nacional, el Lázaro Peña de la CTC, y el Gran Teatro de La Habana (cuna de la grandiosa bailarina Alicia Alonso);  en Santiago de Cuba, un teatro construido en la revolución, el teatro Heredia; en Camagüey, el teatro Principal, en Cienfuegos el emblemático Tomás Terry, en Matanzas el teatro Sauto, y en Pinar del Río, el teatro Milanés.

Corina Mestre, maestra de las artes escénicas de Cuba

Cuba se siente orgullosa de sus instituciones teatrales y de sus teatristas, entre ellos es vital mencionar a figuras emblemáticas como Héctor Quintero (El premio flaco y Contigo pan y cebolla), Emilio Bacardí Moreau, Vicente Revuelta, Virgilio Piñera, Eugenio Hernández Espinosa, Carlos Díaz, Nelson Dorr, Berta Martínez, Abelardo Estorino y entre las personalidades artísticas descollantes en las artes escénicas figuran: Dagoberto Gaíza, Fátima Patterson, Rosita Fornés, Maria de los Angeles Santana, Verónica Lynn, José Antonio Rodríguez, Sergio Corrieri, Mario Balmaseda, Hilda Oates, Armando Suárez del Villar, Gerardo Fulleda, Carlos Seldrán, Armando Morales, Rubén Darío Salazar y Corina Mestre, ésta última galardonada con el Premio Nacional de Teatro en el 2022.

Hoy las expresiones artísticas de nuestro quehacer teatral se mueven entre las emociones y el pensamiento, la historia, la identidad, lo vernáculo. Si una asignatura pendiente tiene nuestro teatro cubano es el de impulsar el teatro musical, ya que Cuba está rodeada de muchos, variados y grandiosos músicos. Es hora de hacer correr las cortinas de este género que se ha quedado rezagado en la escena teatral de la mayor Isla del Caribe.

Mientras, las propuestas escenográficas llueven en cada teatro cubano, que defiende por sobre todas las cosas nuestra manera de ser cubano en toda la extensión de la palabra. Y eso, lo celebramos con creces para que en las tablas siga latiendo la nación.

Por: M. Salomé Campanioni González

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