EDUARDO ROBREÑO
Nacido en la capital cubana el 23 de septiembre de 1911 e hijo de un destacado novelista, dramaturgo y periodista, él llegó a ser un cronista ejemplar. Abogado por profesión en la práctica fue más literato, dramaturgo, historiador y humorista. Calificado como un hombre que tuvo el don de la palabra Eduardo Robreño fue capaz de cautivar a hombres y mujeres de diferentes edades al contar anécdotas, vivencias y disimiles historias de personajes y hechos de la vida del pueblo cubano.
Se ha afirmado que él fue la estampa del cubano conversador por excelencia puesto que atraía al público de manera directa y a los lectores por la manera picaresca, llena de sabor criollo, que utilizaba en sus diálogos así como en sus trabajos periodísticos y libros. Incluso no faltó alguien que al escucharlo pudiera pensar que lo que relataba, por ser a veces muy poco conocido, hasta podía ser el fruto de su imaginación, pero lo cierto es que como él las contaba al final la casi totalidad de sus interlocutores salían convencidos que se trataba de historias reales o al menos creíbles.
Él contó que un accidente lo llevó al mundo de la creación literaria. Como consecuencia del percance sufrido tuvo que permanecer varios meses en reposo y entonces empezó a estudiar la abundante información recopilada por su padre, Gustavo Robreño en relación con el teatro en Cuba. Ello le permitió elaborar su primer libro en 1961 el que tituló Historia del teatro popular cubano.
Después publicó varios libros de crónicas. Estos fueron los identificados como Cualquier tiempo pasado fue, Como me lo contaron, te lo cuento y Como lo pienso, lo digo, los cuales fueron editados en 1978, 1981 y 1985, respectivamente. Robreño se distinguió además porque en forma amena durante varios años se mantuvo contando anécdotas en programas de radio y también por realizar una peña en la histórica Acera del Louvre, en la capital cubana. Por su proverbial inteligencia, sencillez, cualidades y forma de interrelacionarse con el público se ganó el reconocimiento del pueblo. Igualmente recibió significativos reconocimientos y condecoraciones, entre ellos la Distinción Por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier, y la réplica del machete de Máximo Gómez.
Su obra costumbrista, oral y escrita, sin dudas traspasó las fronteras de su existencia física y perdura no sólo en quienes lo conocieron sino también en aquellos que al entrar en contacto con sus libros y disfrutar su lectura pueden apreciar detalles de una época de Cuba a través de lo expuesto por él a partir de vivencias directas o mediante lo que alguien le contara. Eduardo Robreño falleció en La Habana el 24 de junio del 2000.
Nacido en Pinar del Río el 18 de diciembre de 1873, fue un dramaturgo, actor y director teatral cubano, una de las figuras emblemáticas del teatro popular de la primera mitad del siglo XX en Cuba.Se desempeñó además como periodista y novelista. Falleció el 11 de marzo de 1957 en La Habana.
La Medalla Alejo Carpentier se confiere a ciudadanos cubanos por la destacada labor realizada en la creación e interpretación, promoción y organización artística y cultural. Puede ser otorgada también a trabajadores de organizaciones políticas y de masas, así como a colectivos cubanos y extranjeros que desarrollen una labor destacada en el enriquecimiento de la cultura nacional.