En la segunda mitad del siglo veinte en La Habana alcanzó celebridad un personaje que resultó identificado sencillamente como El Caballero de París.

Incluso el notable compositor y músico cubano Antonio María Romeu compuso un danzón que se hizo popular en el que señaló: “Mira quién viene por ahí, el Caballero de París.”

Casi nadie supo su verdadero nombre ni tampoco que no era francés.

Es posible que muy pocos podrán precisar cuando murió, cosa que ocurrió

el 11 de julio de 1985 en La Habana

Este “caballero” se nombró José María López Lledín. Nació el 30 de diciembre de 1899 en la zona de Vilaseca, término municipal de Fonsagrada, en la provincia de Lugo, España.

Desde allí vino para Cuba en 1913, poco antes que comenzara la primera guerra mundial, a fin de trabajar con un tío comerciante. 

Buscando otros horizontes llegó después a laborar en la esfera de la gastronomía y fue incluso capitán de un restaurante.

Se ha afirmado que aguardaba en la capital cubana a su prole procedente de España, cuando un ciclón hizo naufragar el vapor en que ellos viajaban.

Se supone que al conocer la noticia fue tanto el dolor que sintió que enloqueció y le dio entonces por vagar por las calles habaneras envuelto en una capa negra como señal de luto, con sus rizos despeinados y una rala barba, en busca de algún familiar sobreviviente al doblar de la esquina.

Nunca practicó la mendicidad y agradecía cuando alguien con gesto caritativo le brindaba algo.

Siempre trató con mucho respeto y afecto a los ciudadanos que se acercaban a él y ni siquiera reaccionó en forma violenta cuando era objeto de burlas o abusos.

En diciembre de 1977 trabajadores sociales lograron convencerlo que debía concluir su deambular por las calles y fue ingresado en el Hospital Siquiátrico de La Habana en el que recibió una adecuada atención médica hasta que se produjo su fallecimiento en el hospital de Santiago de las Vegas.

Sus restos fueron depositados en el cementerio de Calabazar, en La Habana.

En la actualidad y desde hace varios años se encuentra una significativa escultura del Caballero de París, elaborada por el prestigioso artista cubano José Villa Soberón, frente a la entrada de la iglesia del otrora convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja.

Muchos de los que transitan por este lugar, por supuesto entre ellos una gran cantidad de turistas extranjeros, aún sin conocer la historia de ese personaje, se sienten cautivados y posan al lado de la escultura para dejar constancia a través de fotos o videos de su interrelación con ese singular caballero, cuya historia está relacionada con una etapa de La Habana.