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publicado el 25/03/2025

Cuba: La guerra por la independencia y su reflejo en el Manifiesto de Montecristi (+Video)

El 25 de marzo de 1895 José Martí y Máximo Gómez firmaron el documento identificado de manera oficial como El Partido Revolucionario Cubano a Cuba, aunque históricamente ha sido conocido como “Manifiesto de Montecristi”, en correspondencia al sitio donde fuera rubricado en Santo Domingo, República Dominicana.

A principios del mes de febrero de ese año Martí se había trasladado desde Nueva York, en los Estados Unidos, hacia Montecristi donde residía Máximo Gómez con el objetivo de viajar desde allí hacia Cuba tan pronto se reiniciase la guerra por la independencia de su tierra natal.

La guerra se reinició el 24 de febrero pero Martí y Gómez no pudieron hacer el viaje hacia Cuba hasta la etapa inicial del mes de abril.

Fue así como el citado Manifiesto  fue elaborado por Martí con el propósito de detallar los objetivos y alcance de la nueva etapa de la lucha independentista.

En la parte inicial del citado documento se detalló al respecto: 

“La revolución de independencia, iniciada en Yara después de preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra, en virtud del orden y acuerdos del Partido Revolucionario en el extranjero y en la isla, y de la ejemplar congregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo.”

También precisó que la guerra no era en el concepto sereno de los que aún hoy la representan, y de la revolución pública y responsable que los eligió el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro.

En el “Manifiesto de Montecristi” Gómez y Martí hicieron constar que la lucha por la independencia de Cuba no era contra el español humilde que se había asentado ya con su familia en la Isla y detallaron, además que en el pecho antillano no había odio y que el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombre la libertad que él mismo ansía.

Se recalcó el sentimiento respecto a los españoles que residían en Cuba ante los cuales no se manifestaba odio alguno:

“Más que saludarle en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida; y la república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar aún por largo tiempo en la lentitud, desidia, y vicios políticos de la tierra propia. Éste es el corazón de Cuba, y así será la guerra.”

En el manifiesto se hizo referencia al significado de la guerra y la instauración de una república independiente en Cuba para América y el mundo:

… la guerra es un nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es un suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo.

Seguidamente plantea: “Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo.”

Tras firmar el Manifiesto partió desde Montecristi junto a Gómez para dirigirse hacia Cuba y dar su contribución a la guerra que él había logrado organizar y acerca de cuyos objetivos y características también se había referido en ocasiones anteriores, como por ejemplo en el trabajo titulado “Nuestras Ideas”, que publicó en el primer número del periódico “Patria” que circuló el 14 de marzo de 1892.

En esa ocasión había expuesto que es  criminal quién promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y  quién deja de promover la guerra inevitable.

Al respecto también expuso: “El que no ayuda hoy a preparar la guerra, ayuda ya a disolver el país”.

Y al hablar de la actitud de los seres humanos aseveró: “Los fuertes, prevén; los hombres de segunda mano esperan la tormenta con los brazos en cruz”.

Martí prosiguió haciendo un análisis en torno al significado que podría tener la reanudación de la guerra en Cuba, y a propósito dijo que no era el caso preguntarse si  era apetecible o no, “puesto que ninguna alma piadosa la podía apetecer, sino ordenarla de modo que ella propiciara la paz republicana y después de ella no sean justificables ni necesarios los trastornos a que han tenido que acudir, para adelantar, los pueblos de América que vinieron al mundo en años en que no estaban en manos de todos, como hoy están, la pericia política y el empleo de la fuerza nacional en el trabajo.”

Resultó nuestro Apóstol muy categórico cuando expresó:

… “ni la guerra asusta sino a las almas mediocres, incapaces de preferir la dignidad peligrosa a la vida inútil … cuando la guerra no se ha de hacer, en un país de españoles y criollos, contra los españoles que viven en el país, sino contra la dependencia de una nación incapaz de gobernar un pueblo que sólo puede ser feliz sin ella, la guerra tiene de aliados naturales a todos los españoles que quieran ser felices.”

“La guerra no ha de ser para el exterminio de los hombres buenos, sino para el triunfo necesario sobre los que se oponen a su dicha.”

 

 

 

 

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