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José Martí: un hombre de todos los tiempos

Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor. Siento que jamás acabarán mis luchas

José Martí


Nacido en La Habana el 28 de enero de 1853 José Martí y Pérez, aunque tuvo una vida breve puesto que a los 42 años se produjo su caída en combate cuando luchaba por lograr la independencia de Cuba, por la trascendencia de su vida ejemplar y la vigencia de los principios que expuso en cartas, discursos, trabajos periodísticos, poemas y otras obras no sólo fue un hombre de su tiempo sino que es y será un hombre de todos los tiempos.

En La Habana vivió inicialmente en la etapa de su niñez y adolescencia. En esta ciudad fue donde cursó sus estudios primarios y la enseñanza media.

También en La Habana conoció a Fermín Valdés Domínguez, al ser compañeros de estudios en la escuela primaria y al que calificó como su gran amigo, como un hermano, y  se relacionó de modo directo con el profesor Rafael María Mendive, a quién llegó a considerar como un padre desde el punto de vista espiritual, y quién mucho contribuyó a su formación como patriota.

En La Habana tuvo vivencias esenciales. Cuando era un adolescente sufrió, por sus convicciones políticas, el presidio político y la realización de trabajo forzado en las canteras de San Lázaro, en este caso donde actualmente existe el Museo “Fragua Martiana”.

Posteriormente de La Habana  salió hacia España en enero de 1871 en calidad de deportado.

Durante su permanencia en el territorio español Martí elaboró un trabajo titulado El Presidio político en Cuba, en el que al evocar su imagen de presidiario, manifestó: “El orgullo con que agito estas cadenas, valdrá más que todas mis glorias futuras.”

Después de vivir en España hasta finales de 1874 se trasladó a México donde permaneció entre 1875 y 1876 en unión de sus padres y hermanas.

En 1876 viajó a La Habana en forma clandestina, utilizando para identificarse su segundo nombre y apellido, respectivamente, es decir Julián Pérez, con el objetivo de preparar las condiciones para el retorno de sus familiares a Cuba.

Entonces tras realizar esas gestiones retornó a México y de ahí se trasladó hacia Guatemala donde permaneció  hasta finales de  agosto de 1878 en que regresó a Cuba en unión de su esposa Carmen Zayas que ya estaba embarazada.

El 22 de noviembre de 1878 nació en La Habana su hijo José Francisco.

En La Habana Martí laboró en el bufete de Nicolás Azcárate y mantuvo relaciones con el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa y el de Regla. En ambos pronunciaría varios discursos.

Martí hubiera podido desarrollar una actividad sin problemas en la ciudad  ya que contaba con una familia, trabajo y había comenzado a desarrollar una importante relación con los círculos culturales. 

Pero él sabía que en primer lugar estaba su tierra natal y le inquietaba que una vez concluida la guerra de los Diez Años, pudiera haberse destruido ó al menos relegado a segundo plano el anhelo independentista de los cubanos.

Es por ello que utilizando la palabra como arma de combate, luchó por mantener en alto el espíritu rebelde de su pueblo.

Y esto lo haría en forma muy especial en discursos que pronunciara en una edificación situada en la Acera del Louvre y en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa.

El primer discurso de Martí en Cuba lo pronunció el 22 de enero de 1879, en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa.

Habló para rendir homenaje al fallecido poeta Alfredo Torroella, y en esa ocasión patentizó:

“Ante la tumba de los poetas, no deben bautizarse los oradores, pero lo que no sabe mi pobre voz de peregrino levantar dignamente hasta tu tumba, te lo dicen en tono solemnísimo ese rumor de pueblo agradecido, esos niños que miran medrosos tu cadáver, esos ojos de mujeres cubanas que te lloran.”  

Otra de las intervenciones significativas realizadas por Martí en La Habana tuvo lugar  el 21 de abril de 1879 en el banquete ofrecido en honor al periodista y escritor Adolfo Márquez Sterling.

En el acto realizado en los altos de una edificación situada en la acera del Louvre, señaló con particular significación: 

“Para rendir tributo, ninguna voz es débil; para ensalzar a la patria, entre hombres fuertes y leales, son oportunos todos los momentos.”

En este discurso Martí combatió también en forma resuelta la política autonomista que ciertos sectores trataban que prevaleciera en Cuba al manifestar:  “Y los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan. Hasta los déspotas, si son hidalgos, gustan más del sincero y enérgico lenguaje que de la tímida y vacilante tentativa.”

 

Teniendo en cuenta esto y otras cuestiones con posterioridad, en septiembre de 1879, Martí resultó otra vez detenido por hallarse participando en actividades conspirativas contra el dominio colonial español.

Fue nuevamente deportado a España y ya no volvería más a vivir, ni siquiera realizar una visita ocasional, en la ciudad donde había tenido lugar su nacimiento.

Después de una estancia en España de varios meses él pudo trasladarse hacia los Estados Unidos de América donde vivió hasta 1895, con excepción del período comprendido entre enero y finales de julio de 1881 que residió en Venezuela

Aunque también en Estados Unidos pudo haber tenido una existencia sosegada puesto que escribía trabajos para diferentes publicaciones de ese país y de otros de América Latina, incluso desempeñó las funciones de Cónsul de países latinoamericanos en Nueva York, la mayor preocupación de Martí continuó siendo lograrla independencia de Cuba del dominio colonial español.

Así ya en la etapa final del segundo lustro de la década de los años ochenta y de manera muy esencial en el período se  entrega de lleno  al empeño de conseguir la reanudación de la guerra en Cuba.

Pronuncia emotivos discursos, visita y conversa con relevantes figuras de la denominada Guerra de los Diez años, tales como el dominicano Máximo Gómez y su compatriota Antonio Maceo, crea el periódico “Patria”, funda el Partido Revolucionario Cubano y se enfrenta a todo tipo de limitaciones.

Y su sueño se hace realidad. El 24 de febrero de 1895 se reanuda en Cuba la guerra y él que ya se encontraba en esa fecha en el territorio dominicano, exactamente en Montecristi, donde se había ido a encontrar con Máximo Gómez, entonces  se esfuerza por trasladarse a Cuba lo más pronto posible.

Precisamente en una carta que le escribe a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal, el 25 de marzo de 1895, Martí puntualiza: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad empieza con ella, en vez de acabar. ”

Además en otra misiva que le envía ese día a su querida madre Leonor Pérez Cabrera le detalla:  También en la carta que  le dirigió a su madre Leonor  le señaló Martí lo que haría de inmediato al exponerle:  “Madre mía: Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted.”

Seguidamente se refirió a las incomprensiones que había tenido que encarar en el seno de su familia, y en forma muy especial de su propia madre, por su decisión de poner su vida al servicio de la causa de su tierra natal.

Y le expresó: “Usted, se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y, ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio?”

Le  patentizó de inmediato el sentido que le atribuía a su vida y a la existencia de los seres humanos en general al expresar:  “Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil.”

Ese 25 de marzo Martí igualmente elabora lo que históricamente ha sido conocido como El Manifiesto de Montecristi que suscribe en unión de Máximo Gómez, en el que se hace referencia a los objetivos y características de la gesta independentista.

Se señaló que la  guerra no era, en el concepto sereno de los que aún hoy la representan, y de la revolución pública y responsable que los eligió el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro.

En el Manifiesto de Montecristi se hizo constar que la lucha por la independencia de Cuba no era contra el español humilde que se había asentado ya con su familia en la isla.

Martí y Máximo Gómez lograron retornar a Cuba el 11 de abril de 1895. Martí detalló en su diario de Campaña: Dicha grande.

En días posteriores en cartas que enviara a amigos y cercanos colaboradores  se refirió además al placer que sentía por hallarse en el territorio cubano dando su contribución directa al desarrollo de la guerra. 

De manera muy especial  esto lo reflejó en la carta inconclusa que comenzó a escribirle a su amigo mexicano Manuel Mercado el 18 de mayo, en la que le aseguró:  

“Mi hermano queridísimo: Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.”.. "Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin.”

El 19 de mayo en un enfrentamiento con fuerzas españolas se produjo la caída de José Martí, pero su vida y su obra continuaron y continuaran siendo un símbolo.

Sin que ese  fuera su propósito, puesto que hizo de la sencillez un principio esencial en su modo de actuar, se ha hecho realidad lo que él planteara cuando afirmó:

“Los muertos, no son más que semilla, y morir es el único modo de continuar viviendo.”

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