La doctora Rosa Elena Simeón Negrín, insigne científica cubana, formada en el período revolucionario,  dedicó gran parte de su vida al avance científico y tecnológico del país hasta el momento que se produjo su fallecimiento,  ocurrido en La Habana el 22 de octubre del 2004. Esta extraordinaria mujer nació el 17 de junio de 1943 en el municipio de Bejucal. Desde la etapa de su niñez y juventud la familia le creó un ambiente favorable para el aprendizaje, lo cual contribuyó a que se convirtiera en una excelente estudiante.

Al triunfo de la Revolución tenía 16 años y estaba en el preuniversitario. Como miles de jóvenes de su tiempo, recibió una beca y pudo cursar la carrera de medicina en la Universidad de La Habana, donde se graduó en 1966. Atendiendo a sus resultados y su labor en sentido general, fue seleccionada para proseguir su carrera como investigadora en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas, CENIC, una de las instituciones más prestigiosas del país. En 1969 fue nombrada jefa del departamento de Virología de esa institución y se le asignó la tarea de asesorar el departamento de Virología Animal.

En 1970 fue designada directora del departamento de Microbiología de dicho centro y en 1975 obtuvo el grado de Doctora en Ciencias Veterinarias, así como también  en 1981 el de Investigadora Titular. Por su calificación y experiencia fue consultante durante varios años de la  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, organismo especializado comúnmente identificado como FAO.  Rosa Elena brindó sus conocimientos a diferentes países.

Caracterizada por su profunda convicción revolucionaria y su cabal dominio de las misiones asignadas, Rosa Elena supo representar a Cuba en diversos foros internacionales vinculados a la ciencia, la tecnología y el medio ambiente, entre ellos la Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, más conocida como la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en 1992. Su prestigio y autoridad moral fueron  ampliamente reconocidos entre las autoridades y personalidades de  varios países vinculados a esa rama en el mundo.   Recibió numerosos reconocimientos científicos y profesionales, entre ellas la de Heroína Nacional del Trabajo de la República de Cuba y la Orden Carlos J. Finlay, el más alto reconocimiento nacional que se otorga a las personalidades científicas en el país.

 Entre las responsabilidades que desempeñó a cabalidad estuvieron la de directora del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA) y presidenta de su consejo científico, presidenta de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Comisión Nacional para el Medio Ambiente y los Recursos Naturales, así como del Consejo Científico Superior de la Academia de Ciencias de Cuba y  Ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, desde la fundación de este organismo en 1994 hasta que se produjo su fallecimiento.

También fue miembro del Comité Central del Partido y miembro Suplente del Buró Político y Diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular e integró el Consejo de Estado.   Desde 1995 fue elegida miembro del Comité Consultor de la Naciones Unidas para la Ciencia y la Tecnología y en 1998 Miembro de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba.