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Aniversario 65 de la celebración por primera vez del 26 de julio tras el triunfo de la Revolución

El 26 de julio de 1959 en la entonces Plaza Cívica de La Habana se produjo la celebración por primera vez en Cuba de la fecha del 26 de julio, en ocasión de cumplirse el sexto aniversario del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y el Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

El asalto a las citadas fortalezas militares, que no culminó en la victoria porque falló en ambos casos la ocupación por sorpresa de los cuarteles, tuvo como objetivo desencadenar una insurrección popular armada contra la dictadura militar reaccionaria implantada en Cuba mediante un artero golpe de estado realizado el 10 de marzo de 1952.

Si ya la fecha del 26 de julio tenía una connotación histórica por haber indicado el instante en que se inició la lucha frontal contra la dictadura batistiana, a partir de ese instante se  transformó en un verdadero símbolo en la vida del pueblo cubano.

Desde entonces la fecha del 26 de julio cobró todavía una mayor significación, puesto que ya podía celebrarse y con la participación de más de un millón cubanos.

Se convocó entonces a un acto de masas que como aspecto singular contó con la presencia de miles de campesinos que partieron desde el poblado de Yaguajay para trasladarse hacia La Habana.

Al frente de esa cabalgata estuvo el Comandante Camilo Cienfuegos.

La gran concentración efectuada en ese año inicial del proceso revolucionario fue expresión a su vez del gran respaldo que el pueblo le tributara al Comandante en Jefe Fidel Castro.

En esos días del mes de julio Fidel anunció su decisión de renunciar a sus funciones como Primer Ministro, que había asumido desde el 16 de febrero de 1959, como una forma de alertar al pueblo sobre la actitud de quien venía desempeñándose como Presidente del país, quién pretendía entorpecer el desarrollo de medidas y leyes de beneficio popular.

Finalmente debido a la presión popular ese individuo se vio obligado a presentar su renuncia y asumió la Presidencia de Cuba el doctor Osvaldo Dorticós Torrado quién invitó a Fidel a que hablase en el acto y a su vez se reincorporase al cargo de primer ministro, tal como lo solicitaba el pueblo.

Visiblemente emocionado Fidel señaló al dirigirse a los centenares de miles de cubanos presentes en la gran plaza habanera:

 “Al hablarles en estos instantes, la primera pregunta, la primera idea que me venía a la mente era preguntarme por qué tiene que pesar sobre un ciudadano igual que ustedes un peso tan grande de gratitud con su pueblo por las muestras excesivamente generosas que le han dado de cariño y adhesión; por qué, si en definitiva no hemos hecho más que tratar de cumplir con el deber, si en definitiva esta no es obra de un hombre sino la obra de un pueblo, no es el mérito de un hombre sino el mérito de un pueblo, no es la gloria de un hombre sino la gloria de un pueblo y, sobre todo, la gloria de los hombres que han caído por hacer posible estos instantes de felicidad que Cuba vive”.

“Me preguntaba también por qué esa muestra de júbilo extraordinario al anunciarse que sencillamente acataba la voluntad del pueblo cuando me demandaba reintegrarme de nuevo al cargo de Primer Ministro. Y la única explicación lógica, que no puede estar en la obra modesta que hasta aquí hemos realizado, la única explicación lógica de ese júbilo, es que el pueblo sabe perfectamente bien que a mí los cargos no me interesan; es que el pueblo sabe perfectamente bien que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de las conveniencias de la nación, que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de mi sentido del deber y del desinterés que me ha inspirado siempre en esta lucha, ni por el cargo de Primer Ministro ni por todos los cargos de Primer Ministro del mundo juntos.”

El pueblo sabe

 “Porque el pueblo sabe que el cargo para nosotros es simplemente un lugar de sacrificio, un puesto de trabajo, es por lo que se explica únicamente ese júbilo, porque así reaccionan los pueblos:  ¡Jamás están con los ambiciosos, jamás están con los interesados!, y jamás estarían pidiendo el regreso a un cargo a quien lo estuviera ambicionando, porque si de algo estaba cansada nuestra patria era de ambiciosos, era de gente interesada, de hombres que no eran capaces de sacrificarse por los intereses de la nación”.

“Esa es para mí la única explicación lógica, porque no puede tener otra cuando no hago sino cumplir con un deseo del pueblo, cuando no hago sino olvidarme de todas las campañas que fuera de Cuba puedan hacer contra nosotros, para prestar oídos simplemente a aquellos con los que podremos contar hoy y siempre, para hacerles caso a aquellos que de veras nos conocen, para hacerles caso a aquellos que de veras nos comprenden, y para hacerles caso a aquellos que junto a nosotros están dispuestos a morir defendiendo esta obra sagrada de nuestra Revolución; y porque nuestro propio pueblo es la mejor prueba, porque nuestro propio pueblo habla por sí mismo y trasmite este mensaje a todos los pueblos hermanos del continente americano:  Los pueblos no apoyan jamás a un gobierno sin razón, los pueblos no respaldan jamás a sus líderes sin razón.”

En ese discurso Fidel igualmente expuso consideraciones sobre la democracia. Y detalló al respecto: “y a los que en el extranjero nos calumnian, a los que en el extranjero nos detractan, a los que hablando de democracia nos calumnian, ningún argumento mejor que el millón y tantos de cubanos que se han reunido aquí en la tarde de hoy. A los que en nombre o invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian, podemos decirles: ¡Democracia es esto!  Democracia es el cumplimiento de la voluntad de los pueblos.  Democracia es, como dijera Lincoln, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo …y a los que en el extranjero nos calumnian, a los que en el extranjero nos detractan, a los que hablando de democracia nos calumnian ningún argumento mejor que el millón y tanto de cubanos que se han reunido aquí en la tarde hoy.”

Fidel además comentó que la fuerza tremenda de la Revolución Cubana no estaba en el hecho de haber derrocado a la tiranía sangrienta que nos oprimía, ya que pudo haberse derrocado a la tiranía y mantenerse en el país las condiciones que hicieron posible esa tiranía y ocurrir un simple cambio de hombres en el gobierno y perpetuarse en la vida pública de nuestro país los mismos vicios que estábamos padeciendo desde el inicio de la república y que continuara existiendo en Cuba la politiquería.

Y de inmediato afirmó: “Mas no fue así.  Se derrocó a la tiranía para hacer una revolución; se derrocó a la tiranía no solo para librar al pueblo del crimen y el asesinato y la tortura y la opresión, sino también para librar al pueblo de la miseria, tan criminal y tan cruel como la tiranía derrocada.

Ese es el secreto de nuestra Revolución, de la fuerza de nuestra Revolución, que volvió sus ojos hacia la parte más necesitada y sufrida de nuestro pueblo, que volvió los ojos hacia los humildes para ayudarlos.”

En esa significativa intervención realizada el 26 de julio de 1959 en La Habana Fidel igualmente manifestó: “Con el pueblo derrocamos a la tiranía, con el pueblo estamos gobernando y para el pueblo estamos gobernando, por eso el pueblo está y estará junto a nosotros.”

El pueblo es lo que importa

Y más adelante volvió a referirse al tema de la democracia y a cómo se hacía realidad en la Cuba revolucionaria. “Los que quieran saber lo que es una verdadera democracia que vengan a Cuba, los que quieran saber lo que es un pueblo gobernando, que vengan a Cuba; los que quieran conocer un país donde el pueblo lo es todo, donde la palabra pueblo tiene su significado real no teórico que vengan a Cuba; los que invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian que vengan a Cuba para que sepan lo que es una democracia.”

Y puntualizó:  “Por eso nuestra Revolución es fuerte, por eso nuestra Revolución es invencible.  Por eso:  ¡Porque hay un pueblo dispuesto a morir para defenderla!”

En ese año inicial de la Revolución, en ese primer acto nacional para conmemorar la fecha del 26 de julio, Fidel además expuso que los cubanos aspiramos a las mejores relaciones con los demás pueblos.

Los cubanos proclamamos que no somos enemigos de ningún pueblo, que no somos enemigos de los ciudadanos de ningún país, siempre que respeten las leyes de nuestro país, siempre que respeten los sentimientos de nuestro país, siempre que quieran ser amigos de nosotros, porque al que nos abra las manos, le abrimos las manos; al que nos abra los brazos, le abrimos los brazos.  De la misma manera que sabemos enfrentarnos con toda la dignidad necesaria a los que en vez de extendernos la mano nos quieren clavar el puñal, a los que en vez de extendernos la mano nos quieren retrotraer al pasado odioso y a la vida sin esperanza ni fe en que estaba sumido nuestro pueblo.”

Igualmente planteó algo que se ha cumplido y se sigue cumpliendo al detallar: “…y el pueblo no se acobardará jamás y el gobierno no se acobardará jamás, ya que al fin estamos comprendiendo a nuestro Apóstol, al fin estamos practicando aquellas ideas del Apóstol de nuestra independencia, al fin hemos aprendido a vivir de pie y al fin hemos comprendido que más vale morir de pie que vivir de rodillas.

Esa sabia y filosófica enseñanza de nuestro Apóstol la hemos aprendido.”

También en ese trascendental discurso Fidel significó que ningún hombre es ni será indispensable.

Y señaló: “Lo único indispensable aquí —lo digo porque lo siento— es el pueblo.  Si la Revolución no tuviera el pueblo, estaría perdida.  ¡El pueblo es lo que importa, y el pueblo lo tiene la Revolución!

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