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publicado el 12/01/2024

Torreón Cojímar, un reducto de Santiago

La necesidad de defensas en la desembocadura del río Cojímar se mantuvo latente desde fines del siglo XVI, pero nada efectivo se hizo hasta que se empezó la construcción de una torre con ese fin, aunque no existen evidencias de su terminación, es la primera referencia de un elemento defensivo en Cojímar, correspondiente a la tipología que entonces España estableció en sus colonias americanas; la torre sencilla, para la incipiente defensa ante ataques internos y de corsarios franceses.

La torre, descrita como circular, estaba en ejecución en 1604, cuando el gobernador Pedro Valdés solicitó a S.M. artillería sin acabarla. La preocupación era la amenaza inglesa, pero al concluir la guerra, el desvelo desapareció y también el proyecto. En 1633, la necesidad de defensas fue retomada. El 6 de octubre, la Junta de Guerra de Indias realizó un reconocimiento que concluyó con la recomendación para la edificación de estos reductos. El 9 de octubre de 1634, se ordenó su ejecución. Pero, nada se hizo hasta el gobierno de Álvaro de Luna Sarmiento a partir de 1639, ante la amenaza holandesa. La falta de dinero desde México, la solucionó una junta con los vecinos, a los que se fijó una contribución, según sus ingresos.

El ingeniero proyectista de este reducto, también conocido como torreón fue Juan Bautista Antonelli, ocupado entonces en la construcción del Castillo del Morro de Santiago de Cuba. Proyectos de 1635, fueron desestimados. Antonelli dio inicio a la construcción en 1642; consideraba que llevara cinco cañones en el primer nivel y otros seis en la cubierta. La zona donde se levantó el reducto denominado de Santiago, era de roca alta, por lo que el muro se erigió más bajo hacia el lado del mar.

En 1647, la Junta de Guerra decidió una guarnición permanente de 25 hombres. Por real cédula de 17 de septiembre de ese año, el rey hizo recomendaciones para su jefatura y dotación. El gobernador Diego de Villalba, comunicó al cabildo habanero el día 15 de julio de 1649, que se había concluido el reducto de Cojímar que su antecesor había empezado. El peligro holandés se disipó sin que entrara en acción combativa.

El reducto de Cojímar es cuadrado y sin baluartes. En el plano de 1737, hecho por Antonio de Arredondo, aparecen las funciones de los espacios; en el piso principal, una capilla, cuartel de infantería, y cuarto para el comandante, del que se accede a una plataforma con dos cañoneras al norte y dos al este, dispuestas para 4 cañones; en el nivel superior estaba la batería alta. Antonelli había concebido 12 piezas de artillería. Se detalla un “almacén enterrado” bajo el cuarto del comandante, cuyo uso más probable fue el de polvorín, y bajo la plataforma, está el aljibe.

Planta del reducto de Cojímar, 1737. Antonio de Arredondo. Archivo General de Indias, Sevilla, España

Correspondió al Torreón de Cojímar ser de los primeros en hacerle frente al desembarco inglés de junio de 1762. Tras el sitio a la ciudad, fue ocupada en el mes de agosto. Recuperada La Habana en 1763, se emprendió un proyecto de reconstrucción y ampliación de las obras de fortificación que desarrolló el brigadier de ingenieros Silvestre Abarca y el coronel Agustín Crame. El reducto de Cojímar, afectado por el ataque del navío inglés Dragon, necesitó, indudablemente reparación, pero no está detallada en extenso proyecto de Abarca.

A fines del siglo XVIII, a pesar de ser una obra menor, en relación con los castillos y el recinto de la plaza fortificada, el valor del reducto de Cojímar era innegable para la vigilancia del territorio. En 1797, el gobernador conde de Santa Clara ordenó su reconstrucción.

La operatividad militar del reducto se mantenía en la primera mitad del siglo XIX, como parte del reforzamiento de la defensa de la costa norte de Cuba. En 1843, se le hicieron obras de reparación. Para la fecha, contaba con 3 piezas de artillería y una guarnición de 18 a 20 hombres de infantería.

José Luis Sánchez Casahonda, miembro del Cuerpo de Ingenieros del Ejército realizó, en 1854, un levantamiento del reducto que conservó su estructura general primaria.

Ante la amenaza de invasión de los Estados Unidos, el torreón de Cojímar quedó incluido en el desarrollo del Frente Marítimo de La Habana. El 11 de diciembre de 1898, el comandante de armas de Cojímar, Manuel Conde, hizo entrega del reducto al alcalde municipal de Guanabacoa; las tropas españolas no volverían a ocuparlo. En los primeros años de la República, en 1907, el Cuerpo de Artillería estaba destacado en el reducto y lo ocupaba, en 1919, un destacamento de la Guardia Rural.

El valor estratégico militar del reducto ya era reducido en la primera mitad del siglo XX. Comenzó entonces a resaltar el valor histórico de la fortaleza, tratada como monumento. La Comisión Nacional de Arqueología solicitó su custodia en 1937. Mientras, la Secretaría de Educación, hacía gestiones en favor de su conservación. Al mediar el siglo, el reducto, fue entregado a la Corporación de Fomento Turístico, pero el Patronato municipal no contaba con fondos para su restauración. No faltaron las iniciativas para otorgarle funciones que permitiesen su conservación y preservación. Este es el caso de una propuesta para museo en la década de 1950.

En el año 1959, se convirtió en puesto del Ejército Rebelde y en 1962, el reducto pasó al sistema de defensa guarda-fronteras, que lo ocupó hasta que, en abril de 2012, fue entregado a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1982.

(Tomado de Habana Radio)

Foto Portada: Reducto de Cojímar, 2014. Sandy León de Armas, Esther Van Gent /Cuban Cultural Ventures

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