Desde la etapa de su infancia entró en contacto con el quehacer musical puesto que su padre era músico. Incluso siendo una niña formó parte de una agrupación que dirigía su padre. Su labor como compositora en forma sistemática no se inicia hasta los años de la década del cuarenta en el siglo veinte. Entre sus obras se encuentran las tituladas Canción sin amor, Sombra que besa, Increíble, entre otras. También se desenvolvió durante su vida artística como pianista acompañante y trabajó como repertorista en el Instituto Cubano de la Radio y la Televisión. En los últimos años de su existencia fue la figura principal del restaurante y complejo cultural que se identifica con el nombre de su obra musical que más popularidad ha llegado alcanzar, es decir, Dos Gardenias. En relación con esta creación Isolina afirmó: “Dos Gardenias es simplemente un himno al amor. Dio la casualidad que al público le cayó bien y constituyó todo un éxito”.