Símbolos, Atributos y Monumentos

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publicado el 28/05/2021

Castillo de los Tres Reyes del Morro

Castillo de los Tres Reyes del Morro

Diseñado en las últimas décadas del siglo XVI por el ingeniero Bautista Antonelli, con miras a la protección de la Villa de San Cristóbal de La Habana. Junto al faro que lo acompaña, es símbolo de esa ciudad y de Cuba.

Faro del Morro de La Habana

Desde las alturas del Castillo, emplazado en un risco de la entrada del puerto, podía visualizarse la primitiva villa, por ello se convirtió en el principal punto de contacto con las demás defensas. Esta condición hizo que la fortaleza constituyera la primordial custodia de la urbe hasta la construcción de La Cabaña, en el último tercio del siglo XVIII.

Durante los años 90 del siglo XX se realizaron labores de rescate y conservación de toda la obra, y, a partir de entonces, sus espacios se transformaron en galerías de arte, escenarios de eventos culturales, que convirtieron al baluarte en un popular atractivo cultural y turístico de La Habana.

 

Origen del nombre

El Castillo de los Tres Reyes del Morro de La Habana adopta este nombre para evocar por una parte a los tres reyes magos y, por otra, a la porción de terreno donde se encuentra enclavado, alto, rocoso, escarpado, aislado y a la orilla del mar. En real cédula del 10 de diciembre de 1588, el rey Felipe II aclara cómo debía llamarse este fuerte, y el de San Salvador de la Punta. Una real cédula del 20 de marzo de 1614 hace constar que en la primavera de ese año quedaba terminada la capilla del castillo y en su altar tenía ¨... un retablo de la adoración de los Reyes que era la vocación del castillo¨.

Antecedentes (1538-1587)

Desde principio del siglo XVI el puerto de La Habana daba acogida a las naves que venían por la ruta de navegación y comercio del Canal Viejo de Bahamas. Desde 1541 era punto de reunión de las flotas de Tierra Firme y de Nueva España, puesto que su situación en el golfo de México y a la entrada del canal de la Florida, además de sus condiciones climáticas y topográficas, proporcionaban un lugar seguro de retorno a España. Caudalosas fortunas de otro, plata, sedas preciosas y otros ricos cargamentos se retenían anualmente en el puerto habanero.

En 1537 y 1538 la villa de San Cristóbal de La Habana es saqueada y quemada por corsarios franceses. En 1543, el corsario Roberto Baal amenazó, sin éxito, a Santiago de Cuba, para seguidamente dirigirse a La Habana, donde fue también fue derrotado. Además de estas dos ciudades, fueron también por esta época atacadas las villas de Trinidad y Baracoa. En 1555 tuvo lugar el ataque de Jacques de Sores a La Habana. En 1586 Francis Drake se acerca amenazadoramente a sus costas.

En marzo de 1538 una real cédula ordenaba a Hernando de Soto hacer una fortaleza en La Habana y es a partir de esa fecha que la altura del morro comienza a valorarse táctica y estratégicamente como sitio de defensa de la villa. Aunque no se fortifica de inmediato, actas capitulares de 1551 y 1552 revelan que los vecinos hacían guardias, independientemente de que se hicieran en La Fortaleza y en ¨Pueblo Viejo, sito en la Chorrera. Este sistema de vigilancia permanente hizo que el sitio del morro fuera conocido como ¨La Vigía¨.

En 1556 Felipe II ordena a Diego de Mazariegos, gobernador de la Isla, fortificar el morro que está a la entrada del puerto. En el año 1563 es que se alza una primera construcción, una torre que sirve de atalaya en la altura del morro.

Durante el gobierno de Gabriel de Luján, entre 1581 y 1589, y mientras las amenazas de guerra entre España e Inglaterra se hacían más reales, se incrementó la protección de La Habana. A principios de 1582 se informaba al rey que compañías de infantería y de a caballo hacían velas en la costa habanera, además de que se reforzaba la vigilancia en los pocos puestos fortificados con que contaba la ciudad. Fechado en este mismo año, un documento dirigido al rey y firmado por el alcaide y capitán de la Real Fuerza, Diego Fernández de Quiñones, informa que en el morro cada noche hacen guardia tres soldados y de día uno.

En 1586 se refuerza la defensa de la costa desde Pinar del Río a Matanzas y en La Habana se consolida lo que puede considerarse el primer plan defensivo de la villa, pues contaba con numerosas obras de fortificación, sistemas de velas y señales de alarma, artillería, municiones, considerable número de soldados y voluntarios dispuestos a luchar. Al morro se destinan tres piezas de artillería. Un documento de 1587 revela que el fortezuelo del morro contaba con cinco piezas con su guardia de día y noche de soldados, artilleros y un cabo de escuadra, mientras que otro documento de ese mismo año aclara que son ocho soldados y un oficial.

Historia

Es el 12 de julio de 1587 que llegan a La Habana Juan de Tejeda, maestro de campo, y el ingeniero militar Bautista Antonelli con la misión de inspeccionar la villa para establecer un sistema defensivo en la ciudad, que formaría parte de un sistema mayor diseñado en las colonias españolas del Caribe con el fin de garantizar la estabilidad y protección del circuito comercial. En 1588, durante una junta celebrada en Puerto Rico, Antonelli propone que, en el caso de La Habana, se construya un fuerte en el morro y en lado opuesto un fuertecillo con una trinchera, entre otras cosas.

Finalmente, Tejeda y Antonelli hacen su entrada en puerto habanero para acometer la empresa el 31 de mayo de 1589. Por tratarse de una obra de primer orden, llegan también expertos como aparejador de cantería, oficiales canteros, albañiles, carpinteros, cubero y fundidor de metal.

La construcción del Castillo de los Tres Reyes del Morro comienza en ese mismo año, al mismo tiempo que la del Castillo de San Salvador de La Punta. Debido a impedimentos económicos y a contradicciones entre los gobernadores de la Isla y Antonelli, la construcción se prolongó hasta bien entrado el siglo XVII. En los tres primeros años iniciales la construcción del castillo es lenta, hasta que Maldonado Barrionuevo ocupa el gobierno y entre 1593 y 1594 las obras logran un considerable impulso. Entre 1600 y 1607 se cerraron las bóvedas y se concluyó la plataforma que se había venido construyendo, en la cual se colocaron 12 cañones, conocidos como los doce apóstoles. Otras obras complementarias, como alojamientos para las tropas, almacenes de municiones y víveres, algunos aljibes, se terminaron de construir hacia 1610. La plaza de armas contaba con unas siete unidades arquitectónicas destinadas a diferentes funciones; entre ellas sobresalían la iglesia y las casas para el alcaide y el capellán.

Inciden negativamente en el tiempo de duración y la marcha de la construcción, sobre todo, la escasez, inconstancia y heterogeneidad de la fuerza de trabajo, así como la inestable asignación y la mala administración de los presupuestos. Los gobernadores tenían que insistir constantemente para obtener el dinero y pedían préstamos cuando la situación se hacía crítica. No fueron pocas las veces que se paralizaron los trabajos, en ocasiones el endeudamiento llegó a ser permanente, tanto con los trabajadores asalariados como por la compra de materiales. La principal mano de obra era la de los negros esclavos y, en menor medida, la de los jornaleros; participaban también forzados de las galeras y otros presidiarios entre quienes se encontraban piratas de diferentes naciones que realizaban los oficios de albañiles, carpinteros y herreros, además de los peones. La diversidad de criterios y desavenencias entre los gobernadores, ingenieros y alcaides también perjudicó el proceso de ejecución de la fortaleza. Algunos historiadores señalan la fecha de terminación del castillo en 1630 y otros en 1640.

En 1763 los ingenieros militares Silvestre Abarca y Agustín Crame comenzaron la reconstrucción de la fortaleza, dañada por el ataque inglés. Se transformaron elementos esenciales de la estructura para poder crear nuevos espacios funcionales. Aumentaron los volúmenes, dando mayor altura y espesor a la superficie de los baluartes, a las plataformas y a los parapetos. La reparación añadió dos baluartes, un foso, un camino cubierto, aljibes, cuarteles, calabozos y almacenes, espacios todos que asimilaron las irregulares características del terreno. En su nivel inferior y por la parte que da a la bahía, se situaron las baterías Doce Apóstoles y La Pastora.

El fanal original se colocó en el medio baluarte del Morrillo, y se alimentó con leña hasta el siglo XVII; a principios del siglo XIX, con gas, y, más adelante, con aceite. Posteriormente fue demolido y el Real Cuerpo de Ingenieros levantó otro faro en 1844, al que se nombró Faro de O' Donnell. En 1945 fue electrificado; su luz irradia hasta unas 18 millas de distancia.

 

Arquitectura

Castillo de los tres Reyes del Morro

Apostado sobre una alta roca, el Castillo de los Tres Reyes del Morro representa la clásica fortificación permanente abaluartada del siglo XVI. Lo accidentado del terreno impidió que alcanzara la perfecta simetría de las plantas renacentistas. Es un polígono irregular que se ajusta a una larga lengüeta que sale al mar y da paso al puerto. Por el frente de tierra tiene una cortina y dos medios baluartes asimétricos con una dimensión de 742, 50 pies (213, 28 metros); por el canal de entrada al puerto otra cortina une dos medios baluartes también asimétricos y unas murallas quebradas que abarcan 793, 60 pies (227, 96 metros), y por la costa, una plataforma y otra serie de murallas irregulares cierran la edificación con una extensión de 777, 20 pies (223, 25 metros). Por sus tres lados tiene unos 2 313, 30 pies (664, 50 metros).

La fortaleza se proyecta en las aguas en ángulo agudo, y desde allí se escalonan y abren sucesivas cortinas hasta alcanzar el lado posterior en que comunica con tierra, protegido por dos baluartes y un foso. Sus espacios interiores poseían un sistema dinámico de interconexión entre sí, que se completaron con diferentes vías de acceso y de comunicación adecuadas.

El frente de tierra o abaluartado del castillo está formado por una larga cortina proporcionada y unida por dos flancos acasamatados y dos caras de baluartes. Hacia el noreste se levanta el medio baluarte de Tejeda, al sureste se sitúa el baluarte de Austria, nombrado así por la dinastía a la que pertenecía el rey Felipe II.

Forman parte de la defensa exterior que acompaña el frente: el foso, concebido sin agua y profundo para impedir el paso del enemigo; la contraescarpa, pared opuesta al muro escarpado del castillo, que tiene como intermediario al foso; el camino cubierto, terreno natural inmediato a la contraescarpa, que se extiende paralelamente a la línea del frente de tierra y estuvo delimitado y protegido por una estancada y después por un parapeto, para la alineación de la tropa y la fusilería; el glasis, terreno continuo en declive que aumentaba la fuerza de atrincheramiento, dificultaba la bajada al foso y cubría la obra a los ojos del ofensor.

El frente de mar, situado al sur por la parte del canal de puerto, está formado por una cortina, con la entrada principal del fuerte al centro, flanqueada a la derecha por una cara del baluarte de Austria y a la izquierda, por el baluartillo de Santiago; en la misma banda, a una altura inferior, se establecen las baterías de la Estrella y los Doce Apóstoles como principales escudos exteriores.

 

 

Transformación del Castillo después de 1762

Al terminar la ocupación inglesa en La Habana, el nuevo gobierno español en Cuba lleva a efecto un moderno y funcional plan defensivo adecuado a las condiciones topográficas de la ciudad y teniendo en cuenta las experiencias adquiridas con la invasión inglesa. Los principales ejecutores y directores de este proyecto son los ingenieros militares Silvestre Abarca y Agustín Crame.

De 1763 a 1766, cambió el aspecto morfológico de la primitiva planta del Castillo de los Tres Reyes del Morro. En el breve lapso de estos tres años se transformó el cuerpo del edificio y entre 1766 y 1771, durante el gobierno del capitán general Antonio María Bucarelli, se concluyeron las obras accesorias.

Se decide adecuar y modernizar el castillo creando un nuevo sistema táctico defensivo y condicionando los aspectos formales y funcionales a los nuevos requerimientos impuestos por la industria armamentista y los métodos establecidos por la poliorcética durante el siglo XVIII. Se debían crear nuevos espacios funcionales, obtener mayor capacidad para situar plataformas, baterías, bóvedas para almacenes de pertrechos y otras funciones propias, y así resistir un largo asedio y sostener a centenares de hombres. Aumentan los volúmenes dando mayor altura y espesor a las superficies de los baluartes, a las plataformas de los adarves, a los parapetos; levantan en el recinto una edificación sólida, resistente a los fuertes bombardeos y que tendrá múltiples funciones: militar, eclesiástica y doméstica.

Se perfilan nuevos accesos hacia el este, con caminos cubiertos que comunican con la Cabaña, la batería de la Pastora y el Fuerte (hornabeque) de San Diego. Esta línea defensiva estaba colocada a lo largo de la única parte del terreno del Morro que el enemigo podía atacar. El medio baluarte de Tejeda y la plataforma de Santo Tomás fue de una de las partes más afectadas con la invasión inglesa, pues aquí explota la mina que abre la brecha por donde penetran los ingleses a la fortaleza. Por lo tanto, el medio baluarte es convertido en baluarte, mientras que el baularte de Austria es convertido en medio baluarte.

En el interior del edificio, donde el bombardeo inglés había destruido las edificaciones destinadas a casas, almacenes, cuarteles e iglesia, se edifica un enorme bloque monolítico, de cantería y a prueba de bombas, rodeado de estrechos de camino de ronda, de piso empedrado y acanalado para el desagüe de las fuertes lluvia. Al sur, y frente a la entrada principal de la fortaleza, un espacio es utilizado para plaza de armas.

Se construye una rampa que parte de la plaza de armas y asciende hacia la cortina de tierra; se reedifican los parapetos a mayor altura y espesor, con sus respectivas troneras, merlones y banquetas a fin de garantizar mejor protección a la soldadesca; las garitas se colocan nuevamente en los ángulos de los baluartes; el foso se profundiza y se amplía ofreciéndole mayor altura a la cortina de tierra, se mejora la contraescarpa, se levanta el parapeto del camino cubierto y en su plaza de armas se alzan dos traveses paralelos uno de otro para los tiros de enfilada y un pequeño alojamiento para el cuerpo de guardia.

El faro

La torre es reconstruida, para ser definitivamente derrumbada y en su lugar levantar el faro. En las Memorias de la Real Sociedad Económica de La Habana se describe que en 1845 había sido concluida con fuerte material de sillares y gruesos muros de 7, 5 pies, en su base, con cuatro ventanas dispersar para dar aire y luz. La torre es de forma circular y su diámetro disminuye gradualmente desde la base hasta arriba a una altura de ciento ocho pies; tiene dos cuerpos, el primero es de setenta y seis pies de alto y el resto está rematado con una cornisa donde hay una balaustrada de hierro, base donde se apoyan la linterna y la cúpula.

 

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