Un peligro llamado Fidel Castro
En La Habana se echará a andar muy pronto un Centro de Estudios con el nombre de Fidel Castro, es la única institución que, según la ley, puede llamarse en la isla como el hombre que en el decir del poeta argentino Juan Gelman montó sobre sí mismo un día e hizo agrandar los portones de la historia. Por voluntad expresa del mismo Comandante, en Cuba están prohibidas las estatuas de Fidel o denominar lugares, calles o instituciones con su nombre. Fue así en vida y es así después de su muerte.
Los organizadores del Centro han podido contar con mucha documentación histórica pero con muy poco material de lo que se consideraría ha atesorado un jefe de estado: Los objetos de valor recibidos como regalo de gobiernos y admiradores extranjeros por Fidel a lo largo de su vida fueron inmediatamente destinados por él, casi siempre en silencio, a museos de artes decorativas en el país o lugares como la Casa de África que gestiona la Oficina del Historiador de La Habana, para ponerlos en función del disfrute y educación de todo el pueblo.
Su uniforme raído, su viejo y pequeño jeep de producción soviética con que acudió al lugar más riesgoso durante los innumerables huracanes que azotan la Isla y en el que llegó desarmado al vórtice del disturbio que el 5 de agosto de 1994 su sola presencia convirtió en aplausos y gritos de “¡Fidel, Fidel!” sí estarán allí, dando fe de la austeridad de un hombre que militó en un partido prerrevolucionario con el lema de “Verguenza contra dinero” y cuya relación con lo material evoca al Quijote con el que alguna vez lo comparó Gabriel García Márquez.
El corazón del Centro de Estudios Fidel Castro será una biblioteca a donde seguramente acudirán estudiosos de todo el mundo, y muy probablemente muchos norteamericanos, imagino para, entre otras cosas, tratar de comprender, en la documentación allí disponible, cómo hizo este hombre para hacer salir siempre invicto a un pequeño país pobre y subdesarrollado frente al vecino poderoso desde el que se elaboraron más de 600 planes para asesinarlo.
Cuando Cuba apenas tuvo un respiro después del durísimo impacto en su economía del derrumbre de la URRS, Fidel impulsó la apertura de nuevas escuelas de artes visuales y de instructores de arte en todas las provincias del país, la renovación y crecimiento del Museo Nacional de Bellas Artes, nuevas salas para el teatro y la música y espacios en la televisión y en los municipios para multiplicar la disponibilidad de conocimientos con nivel universitario al alcance de todo el pueblo. Por eso la nueva institución ubicada en un lugar neurálgico de la capital cubana no será sólo para eruditos o investigadores, su biblioteca, su anfiteatro y su sala polivalente para cine, conferencias, presentaciones de libros y conciertos, pretenden acoger una rica vida cultural al alcance de todos los bolsillos.
Fidel es muy peligroso, Richard Nixon lo comprendió y dejó escrito cuando en abril de 1959 se reunió con él en Washington. Desde que un mes después cruzó el Rubicón de la historia, con una Ley de Reforma Agraria que no perdonarían los monopolios norteamericanos ni la CIA, Fidel no cesó de utilizar el poder revolucionario para dar a los mas lo que sólo los menos disfrutaban en Cuba y siguen disfrutando en buena parte del mundo: desde la posibilidad de leer y escribir hasta el más sabroso de los helados, desde graduarse en una Universidad hasta las más sofisticadas cirugías de la vista o el corazón.
Había que demonizarlo. Pero como el rayo que no cesa, lejos de lo que anunciaron sus enemigos, en la medida que pasa el tiempo, Fidel se vuelve más peligroso. Si no fuera así no habría que intentar borrar las consignas que lanzó, ni asociarle errores de otros, que él criticó y combatió, ni buscar cualquier pretexto para ensuciar su nombre no fuera el lucrativo negocio que es para la industria del odio asentada en Miami.
Fidel no necesita de monumentos ni de instituciones que lo defiendan, como Martí sembró en el pueblo y ese es y será su defensor mejor, pero en una guerra de pensamiento como la actual vale contar con un arma que estimule y organice su estudio y difusión.
Ya ladran algunos odiadores en las redes contra el Centro Fidel Castro, no hay mejor augurio para él.
Por Iroel Sánchez / Sitio Web Razones de Cuba