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Fecha: 08/10/2019

Nunca es tarde para pintar un sueño

Fotos y texto: Alejandra Brito Blanco estudiante de Periodismo de la Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

Miércoles, 10 de la mañana. Isaías atraviesa el parque casi desierto, cobijado por la sombra de los árboles. Algunos niños fugados de quién sabe dónde juegan en la glorieta central. El anciano se detiene y los observa con la experiencia de sus 75 años. Tal vez pueda pintar la escena cuando llegue a la clase en casa de la profe Miosotis Rivacoba. Aprieta la caja de colores en la mano y apura el paso. No quiere llegar tarde.

Quien mire bien a Isaías García Matos, muy dentro del alma, no podrá confundir su verdadera naturaleza. No hay que dejarse engañar por el níveo cabello, ni por las profundas arrugas que le surcan rostro. A fin de cuentas, guarda en el pecho el corazón de un niño deslumbrado por la belleza del mundo, las formas y los colores.

Con fuerzas que desmienten el arribo a la octava década de vida, García Matos ha salido a perseguir su sueño. Nunca tuvo tiempo antes. La familia, el trabajo y una vida llena de complejos vericuetos le impidieron convertirse en el pintor que siempre soñó.

"Siempre tuve el bichito de las artes plásticas, pero necesité dedicarme a oficios más duros. Trabajo desde los 11 años", explica.

Antes del triunfo revolucionario desempeñó diversas ocupaciones, entre ellas la de mecánico. Procuró convertir el oficio de colocar las piezas en su lugar en arte para las manos prestas a crear.

Se unió a la lucha en la Sierra Maestra. Hace muchos años, no recuerda cuántos, fue el combatiente más joven de su columna. Cuando rememora los pasajes en la lucha insurreccional, vive todo otra vez. El reflejo de las epopeyas pasadas, de las cuales formó parte, parece desfilar frente a sus ojos orgullosos.

Después de 1959 fungió como jefe de despacho del Comandante Juan Almeida Bosque, a quien confiesa admirar profundamente. Con posterioridad, los saberes acumulados en las labores manuales le valieron un puesto en la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores. 

Después del retiro, los fantasmas de las viejas aspiraciones comenzaron a resurgir. Entonces supo de Miosotis Ricacoba.

La maestra y pintora adentra en los caminos de la creación plástica a niños, jóvenes y adultos, como parte del proyecto Arte Cubano 2. La iniciativa comunitaria queda cerca de su casa, en el capitalino municipio de Playa. Eso hizo más fácil la decisión del antiguo mecánico de la aviación de incorporarse a los talleres. Por fin emprendería el vuelo de su vida.

Miosotis recibe al "más joven de sus alumnos" con los brazos abiertos cada miércoles. Poco a poco, con la férrea voluntad que otrora usaba para encontrar las fallas en los mecanismos averiados, Matos aprende nuevos contenidos en lecciones individuales. Rivacoba expresa que es un estudiante aventajado. "Lástima que haya empezado tan tarde. Hubiéramos tenido un excelente pintor", comenta mientras muestra los bocetos del veterano aprendiz, en el patio de su casa-galería.

Muchos tildaron a Isaías de loco cuando decidió aprender artes a tan avanzada edad. Luego de ver la enorme repercusión que tiene el dibujo en su calidad de vida, terminó de ganar la aprobación familiar.

Para Isaías, pintar significa que no está muerto y le queda mucho por hacer. Un día la profe Miosotis no lo verá llegar, augura. Pero, hasta entonces, seguirá dedicando los años que le quedan a crear. A vivir.

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