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Fecha: 10/06/2020

TEATRO NACIONAL DE GÜIÑOL

El Teatro Nacional de Güiñol fue inaugurado el 14 de marzo de 1963. La obra que sirvió de estreno fue “Los Caballitos mágicos”, una pieza teatral brasileña.

En su creación contó con el apoyo estatal y social necesario para fomentar el teatro para niños, que habían realizado unos pocos artistas durante las dos décadas anteriores; en particular en  la obra de Carucha y Pepe Camejo, junto a Pepe Carril, en el Guiñol Nacional de Cuba, antecedente inmediato de la nueva entidad.

Esos tres teatristas aunaban al talento, la preparación cultural y técnica y la vocación por el teatro de figuras, propósitos artísticos muy definidos, además de la lucidez estratégica para alcanzarlos a partir de la experimentación rigurosa y la preparación integral de los actores. 

Ellos conformaron su inicial equipo de dirección, e incorporaron a la creación titiritera a profesionales de prestigio en  la literatura, la dramaturgia, la música, la danza y la plástica cubanas.

Subieron a escena entonces  los clásicos infantiles El patito feo, El mago de Oz, Pinocho, La Cenicienta, La Caperucita Roja, conjuntamente con obras de Javier Villafañe, Federico García Lorca, Ramón del Valle Inclán, Jean Giraudoux, Rabindranath Tagore, Aristófanes, Fernando de Rojas, Moliere, Alfred Jarry, José Zorrilla, y los cubanos Dora Alonso, Lidia Cabrera, José Ramón Brene, Abelardo Estorino, que tuvieron en cuenta además la cultura popular campesina y la afrocubana.

Tras la representación de temáticas afrocubanas en el ámbito danzario por algunas de nuestras mejores compañías, el Teatro Nacional de Guiñol fue la primera agrupación teatral que elaboró los mitos y narraciones de esta zona del acervo popular en las producciones Chicherekú, 1964, y La loma de Mambiala y Shangó de Imá, en 1966.

El Teatro Nacional de Güiñol ha realizado varias giras por el extranjero y ha recibido la buena acogida del público y la crítica especializada.

Además de las funciones como tal en su sede, el grupo ha realizado actividades en el Museo de Bellas Artes, el Parque Lenin y otros lugares de la capital cubana.

También ha organizado exposiciones de pintura, cerámica y muñequería que se han presentado en el recibidor de la sala teatral.

La institución cuenta con un experimentado grupo de actores y personal técnico que tiene a su cargo la confección de muñecos y las demás piezas del retablo, que van desde el espeso bosque del lobo feroz y la caperucita, hasta la gran olla donde por poco termina cocinado el ratoncito Pérez.

En sus años de existencia ha sido centro de referencia para todos los colectivos titiriteros de Cuba.

Por el sostenido trabajo realizado, y por el significado de la labor llevada a cabo, el Teatro Nacional de Güiñol ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos un premio que otorgó la Unión  de Escritores y Artistas de Cuba a la obra “Quico, el niño que quería ser actor”.

En 1966, al participar la agrupación como invitada en el VI Festival de Teatro Latinoamericano convocado por la Casa de las Américas, el jurado del cónclave, integrado por prestigiosas personalidades del arte escénico internacional, decidió conferirle un reconocimiento especial.

Ningún repertorio, procedimiento técnico, camino creador o sector del público ha resultado  ajeno al  quehacer artístico de esta agrupación que ha conjugado las técnicas de animación conocidas con recursos expresivos audaces y contemporáneos.

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