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Fecha: 10/02/2020

CEMENTERIO CHINO

Ubicado en la calle 26 entre 31 y 33 en el barrio Nuevo Vedado, el Cementerio Chino fue de las últimas edificaciones funerarias ejecutadas en La Habana durante el siglo XIX.

Este cementerio, fundado en 1893, es una construcción civil de gran valor histórico declarada Monumento Nacional el 8 de mayo de 1996.

Se trata de un conjunto arquitectónico homogéneo, único en su género en Cuba; fuente inagotable de documentación para los estudios de la inmigración asiática en la Isla.

Las gestiones para la construcción de un cementerio destinado a la colonia china en Cuba, comenzaron en 1882 y estuvieron a cargo del cónsul general en La Habana, sr. Liu Lia Yuan.

Hasta ese momento los inmigrantes chinos fallecidos habían sido enterrados en el cementerio de los ingleses, que se encontraba ubicado en las actuales calle G y H, en el Vedado, hasta que posteriormente los restos fueron inhumados en el cementerio de San Antonio Chiquito y en el cementerio Cristóbal Colón. Sin embargo, la iglesia católica puso obstáculos al proyecto y este no pudo iniciarse hasta el 20 de mayo de 1893, es decir, unos 11 años después. La construcción del Cementerio Chino estuvo a cargo del arquitecto Don Isidro A. Rivas. Los terrenos donde se edificó el cementerio eran propiedad de Federico Kohly.

En la actualidad ocupa una superficie reducida de 8198, 8 metros cuadrados, distribuidos en cuatro cuadros irregulares, resultado del corte de dos ejes en cruz que regentan el trazado básico de la planta. Dichos cuadros representan el cielo, la tierra, el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.

Sobre la planta alternan capillas, obeliscos, bloques de nichos, bóvedas y falsas bóvedas, en su mayoría conocidas por el nombre de “muritos chinos”. Además en las fosas excavadas en la tierra coexisten conjuntamente los enterramientos. Entre las construcciones, y afirmada en la tierra, sobresale una escultura de San Fancon, vivo ejemplo del proceso de transculturación religiosa que con la presencia china en la cultura cubana contribuyó al enriquecimiento del imaginario de la colonia china y del pueblo cubano.  En este cementerio solo tienen derecho de enterramiento los nacionales chinos, sus cónyuges y sus descendientes hasta la segunda generación. Una inhumación en esta necrópolis representa más que un simple enterramiento, pues para los chinos es muy importante la elevación de su alma al fallecer, y que su espíritu goce de buena salud.

Los fallecidos son colocados en los nichos del Casino o en propiedades particulares, las capillas, así como también en propiedades de las instituciones privadas, que solo son utilizadas como osarios.

El ritual de enterramiento es la expresión de la filosofía y creencias religiosas. Al ser enterrado en las fosas de tierra, el difunto, mediante testamento, dispone del tipo de plantas que quiere en su sepultura y el modo de sembrarlas; estas pueden estar alrededor o sobre el montículo de tierra que cubrirá sus restos. La disposición simbólica de las plantas y su cuidado, durante su crecimiento, representa la elevación del alma y la salud del espíritu del difunto y de sus familiares vivos, aunque por voluntad del fallecido al año de entierro estas pueden ser cortadas.

Las chapas metálicas, exclusividad de este camposanto, identifican el nombre del difunto en chino y español, edad y, en algunos casos, la profesión. También resalta a la vista el arbolado, el cual responde al equilibrio y la armonía con la naturaleza propia del pensamiento filosófico asiático; a la vez, forma parte del ritual funerario vinculado a la elevación y bienestar del espíritu y la familia.

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