En la capital cubana hay diversos monumentos significativos, pero hay uno que sobresale por hallarse situado, precisamente, frente a la bahía habanera.

Se trata del monumento identificado como El Cristo de La Habana, ubicado en la zona de Casablanca. Es obra de la escultora cubana Jilma Madera.

El Cristo de La Habana fue esculpido en Italia con mármol de Carrara y posteriormente resultó montado por piezas en Cuba.

El montaje de dicho monumento requirió de un gran esfuerzo y tesón, ya que  esta obra la componen 67 piezas sujetadas por un armazón interior de acero y se calcula su peso en unas 320 toneladas.  Cada una de las manos pesa una tonelada.

Con respecto a esta cuestión, la escultora manifestó: “Las manos son una parte del cuerpo que la mayoría de los escultores y los pintores le temen mucho. La realidad es que son muy difíciles, más difíciles, incluso, que un rostro. Cualquier escultor puede hacer un rostro, y sin embargo, pueden NO hacer una mano.”

Al observar el Cristo de La Habana desde el otro lado de la bahía parece ser una estatua relativamente pequeña, pero cuando uno se sitúa frente a ella se percata que no es así, ya que mide 17 metros de altura, y a ello, hay que sumarle otros tres metros del pedestal donde se encuentra.  Además el monumento se localiza en una elevación.

Atendiendo a todo ello el Cristo de La Habana casi se halla a unos 80 metros sobre el nivel del mar. La estatua está orientada hacia la parte oeste de la ciudad.

El Cristo aparece de pie, mirando hacía la bahía, con una mano en el pecho y la otra levantada en actitud de bendecir.

Hay quienes lo identifican como el Cristo de Casablanca, pero en realidad suele ser realmente conocido como el Cristo de la Habana.

Su inauguración ocurrió exactamente el 24 de diciembre de 1958.

Jilma Madera fue una de las grandes escultoras cubanas. Nacida en 1916 inicialmente comenzó a estudiar piano pero después ingresó en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura de San Alejandro, en la capital cubana y seguidamente cursó estudios en Nueva York.

Otra de sus obras más significativas fue el busto de José Martí que se localiza en la cima del Pico Real del Turquino en la Sierra Maestra.

Precisamente cuando concluyó sus estudios en el Seminario Martiano de la Universidad de La Habana talló el  busto de Martí.

En fecha cercana al centenario del natalicio de Martí, en 1953, se le propuso llevar el citado busto al Pico Real del Turquino, siguiendo el ejemplo venezolano de poner un busto de Bolívar en Los Andes.

Inspirada en ello Jilma creó una réplica del citado busto la que finalmente resultó colocada en el Turquino, el 21 de mayo de 1953.